Cherreads

Chapter 3 - Capitulo 1.3: un mal trato.

—¡Acaba de suceder lo impensable! —vociferó el presentador—. ¡El más grande perdedor que ha pisado este cuadrilátero acaba de destronar, con pura emoción, al joven prodigio Richarzon!

Pero luego de esas palabras… solo hubo silencio.

—¡Fortachón estúpido! ¿Sabes cuánto dinero perdí por tu culpa? —gritó un sujeto desde el público, lanzando una botella de vidrio.

El envase estalló contra la cabeza de Gorgo, provocándole un corte en la frente. El hombre llevó su mano a la herida, confundido, con la sangre escurriéndole por el rostro.

Alzó la vista: no había vítores, ni sonrisas. Solo un arrullo de desprecio generalizado. Uno tras otro, los asistentes se retiraban del gimnasio, con gestos de repudio dirigidos al ganador de la noche.

—¿Pero ¿qué…? —murmuró Gorgo en shock, mirando cómo el lugar quedaba vacío—. ¿Qué rayos pasó?

—¡Muchas gracias, grandulón! —exclamó el presentador desde la caseta de apuestas—. Con esta pelea ¡me hiciste ganar un montón de dinero sin tener que pagar premios!

—Pero… ¿qué fue lo que pasó? —insistió Gorgo, incrédulo.

—Nadie apostó por ti… —le respondió Héctor con voz apagada.

—¿Cómo que nadie…? ¡Pero yo era el perdedor! Se supone que, si ganaba, quien apostara se llevaba una fortuna.

—Sí… pero no fue así, Gorgo —dijo Héctor, sin levantar la mirada—. Nadie creyó en ti esta noche…

—Bueno… pero al menos nosotros ganamos una gran cantidad de dinero, ¿apostaste por mí, cierto? —intentó bromear Gorgo, con una risa temblorosa.

—¿No escuchaste al presentador?... —preguntó Héctor, sin poder sostenerle la mirada.

—No me digas que…

—Lo siento mucho… pero ni yo creí que fueras a ganar.

—¿Cuánto dinero perdiste?

—Doce mil dólares…

—Hijo de… —murmuró Gorgo, decepcionado.

—Lo siento mucho…

—¿Por qué, Héctor? —preguntó molesto—. Se suponía que hoy ganaría. Te lo prometí, te pedí que confiaras en mí. Te dije que pagarías tus cuentas con el dinero que ganaríamos…

Gorgo se aferró a las cuerdas del ring, con los ojos temblorosos y la dentadura apretada.

—¡Lo sé! ¿Pero qué querías que hiciera? ¡Venías prometiendo lo mismo durante las últimas cinco derrotas! Mis expectativas estaban por el suelo… Simplemente no podía arriesgarme y fui por lo seguro —dijo Héctor, visiblemente nervioso—. Pero ya aprendí la lección, la próxima vez apostaré por ti…

—¡Olvídalo! ¡No habrá próxima vez, renuncio! —gritó Gorgo con furia—. Este esfuerzo lo hice por ti y tus deudas del hospital, ¡porque también me preocupaba por tu esposa! ¡Pero jódete!

—Bien hecho, grandote. Peleaste bien. Aquí está el premio de la victoria —interrumpió el presentador, entregándole un sobre con dinero a Gorgo.

Gorgo lo tomó sin mirarlo y, sin pensarlo dos veces, se lo lanzó a Héctor, golpeándole de lleno en la cara.

—Podes meterte ese dinero en lo más profundo de tu trasero —escupió Gorgo con desprecio, mientras salía del cuadrilátero, recogía sus cosas y se marchaba del lugar.

Héctor se quedó de pie, sosteniendo el sobre entre las manos temblorosas, sintiendo el peso de su mala decisión aplastarle más que cualquier golpe de aquella noche.

Gorgo salió a la calle con su bolsa al hombro. Caminó por la vereda sin rumbo fijo, observando los edificios iluminados, las vitrinas brillantes y los coches que pasaban como fantasmas bajo la luz de los faroles.

Después de varias cuadras en silencio, se detuvo frente a un bar de segunda, con los neones a medio funcionar y un leve olor a tabaco en el aire.

Entró sin decir palabra, se sentó frente a la barra y dejó caer la bolsa a un costado.

Miró alrededor. El lugar estaba lleno de hombres bebiendo con despreocupación, riendo, gritando, contando historias que nadie escuchaba del todo.

Gorgo no dijo nada. Solo escuchó. Solo respiró.

—La vida es una mierda… Si perdía esta noche, seguiría siendo un perdedor que rompió su propio récord… Gané, y ahora solo soy un fracasado más. Mi vida se cae a pedazos…

—Una cerveza, por favor… —pidió Gorgo con voz apagada.

—Enseguida… —respondió el cantinero.

—Nah… una cerveza no. Que sea una botella de whisky y tres vasos —interrumpió una voz inesperada.

Gorgo se giró lentamente y vio a Richarzon, acompañado de un hombre vestido con un traje negro perfectamente planchado, camisa blanca, gafas oscuras que ocultaban sus ojos y, como toque particular, una corbata verde oscuro.

Gorgo parpadeó, confundido.

—¿Richarzon? —preguntó extrañado Gorgo, al notar los moretones y las curitas en el rostro del joven—. ¿Qué haces aquí?...

—Vine a tomar mi anestesia —respondió con una sonrisa entusiasta—. Pero te encontramos acá, así que… ¿Qué tal si festejamos tu salida de la mala racha? ¡Yo invito!

—Ese no es el motivo por el que estamos aquí, pero da igual… hagan lo que quieran —intervino el hombre del traje, tomando asiento junto a Gorgo.

—Deberías ser más considerado, Do’cientos… acabas de ver lo que le pasó —le reprochó Richarzon, mientras se sentaba del otro lado de Gorgo.

—¿"Do’cientos"? —repitió Gorgo, levantando una ceja.

—Así se le apoda… ni yo sé su nombre real —río Richarzon.

—Esto pinta raro… —murmuró Gorgo, intentando levantarse.

—No te levantes… hasta escuchar mi oferta —le ordenó Do’cientos, con voz firme.

Do’cientos toma la botella de whisky y le sirve un vaso a Gorgo, a Richarzon y finalmente, uno para él.

Hubo un momento de silencio incomodo.

― ¿Qué es lo que pasa? ―pregunta nervioso Gorgo.

―tu actuación de hoy fue increíble, no tenías chances de ganar, tu victoria fue meramente suerte… el error de Richarzon te condujo a la victoria…―le explica Do’cientos

―gracias, tus palabras me consuelan―responde sarcástico Gorgo.

―pero tu demostración me hizo detectar que tu cuerpo está dotado…―

Ante esas palabras, Gorgo se inclina hacia un lado y se cubre la entrepierna, provocando que Richarzon largue una carcajada.

―no hablo de esa vulgaridad…―aclara molesto el hombre―tu cuerpo es mas resistente que el de Richar… mas capaz de llevar a cabo nuestro proyecto…

—¿De qué hablas? —preguntó Gorgo.

—Mi participación en el boxeo clandestino es meramente un pasatiempo… una prueba física —explicó Richarzon, bajando la voz—. Soy parte de algo mucho más grande, Gorgo… y mi agente quiere que te unas a la redada.

—Esto me huele a ilegal… —responde Gorgo con suspicacia.

—Porque en parte lo es —comentó Do’cientos, dejando una tarjeta sobre la barra.

—"Fundación Dediurity: agencia de heroísmo y seguridad privada" —leyó Gorgo en voz alta—. ¿Una agencia de héroes? ¿Qué tiene de ilegal esto?

—En realidad —interrumpió Do’cientos, con una mueca apenas perceptible—, el verdadero nombre de la fundación es Corporación Dinero.

—Qué nombre ridículo…

—¿Quieres competir a ver quién tiene el nombre más ridículo? “Gran Gorgo Garilla” —retrucó Richarzon con una sonrisa socarrona.

—Touché… —admitió Gorgo, bufando—. ¿Qué demonios es lo que quieren?

—La Corporación Dinero busca riquezas y poder. Somos una mafia disfrazada de agencia de seguridad —explicó Do’cientos con total frialdad—. Queremos dominar a los estados, los mercados… todo.

—No quiero sonar aguafiestas, pero el 70% de la población aquí en Estados Unidos tiene algún tipo de superpoder. Y el 40% de ellos son héroes profesionales. En cuanto su “mafia” salga a la luz, se hará polvo junto con sus deseos.

—Tu estadística es correcta. Pero de ese 40%, un 25% se mueve por la fama y el dinero… Son corruptos. Parte de un sistema que los protege. Ejemplo: nuestra Corporación.

—Revelas mucha información con demasiada confianza…

—Confío en que no dirás nada, señor Garilla —replicó Do’cientos, apartando ligeramente su chaqueta para mostrar un arma oculta.

Gorgo tragó saliva y tomó un trago de whisky, sintiendo cómo los nervios le apretaban el pecho.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Gorgo con la voz entrecortada.

—Dos cosas… —empezó Do’cientos con calma—. Queremos poner a prueba un suero experimental en ti. Tu cuerpo cumple con los requisitos para resistirlo. Además, queremos que seas un “agente de acciones” para nuestra corporación.

—Hablando informalmente… —intervino Richarzon, ahora con una mirada seria—. Quieren inyectarte un suero dudoso para darte poderes, y que seas uno de los que hacen el trabajo sucio.

—La paga no será mala, señor Garilla… —añadió Do’cientos, dejando un fajo de billetes sobre la barra—. Son treinta mil. El dinero no será un problema. —Y si tienes un buen desempeño… —continuó— ganarás poder y fama dentro del mundo subterráneo. Pero solo si garantizas el éxito en cada operación.

—¿Y si lo rechazo… me matarás? —preguntó Gorgo, tenso.

—Para nada… —respondió Do’cientos con total naturalidad—. Lo mataremos si rechaza la oferta y se lo cuenta a alguien.

—Si no quiere aceptar, está bien —añadió mientras giraba su vaso—, pero la única condición para seguir con vida es el silencio absoluto sobre este tema.

—Piénsalo, Gorgo… —sugiere Richarzon—. Te trataron muy mal, incluso ya se estaban burlando de ti antes de nuestra pelea. Déjanos ayudarte a ganarte el respeto que mereces.

Gorgo se quedó en silencio, pensativo, con la mirada fija en su vaso de whisky.

―Tiene razón… Hoy mi vida cayó en picada. Mi única fuente de ingresos desapareció junto con mi mejor amigo… Toqué fondo. Se me está presentando una oportunidad para girar mi vida 180 grados…

—Acepto.

—¡Eso es! —exclamó Richarzon con entusiasmo.

—Mi número está en la tarjeta. El dinero es tuyo… Y bienvenido a la Corporación Dinero. Te llamaré dentro de tres días para hacer la prueba del suero y entregarte el pago.

—¿Pago?

—Un experimento arriesgado merece una buena paga.

—Ya veo…

—¿No te parece fenomenal, Gorgo? Brindemos, ya que ahora somos colegas —comentó Richarzon alegremente, chocando su vaso con el de Gorgo.

Ambos separaron sus vasos y bebieron un trago largo de la bebida, dejando que el ardor del alcohol bajara por sus gargantas.

A su alrededor, las carcajadas de los parroquianos y el penetrante olor a tabaco llenaban el ambiente, como si el mundo siguiera girando sin importar las decisiones que se tomaban en esa mesa.

La botella quedó vacía sobre la barra, sellando silenciosamente el festejo, o quizás el comienzo de algo mucho más oscuro.

<< luego de esa noche, la vida de Gorgo Garilla, se torno oscura y sin salida, un camino que chocara con nuestros héroes a futuro. >>

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