Cherreads

Chapter 8 - capítulo 3.1: borrar lo pasado

Tres semanas después…

Los pasos resonaban por el extenso pasillo blanco de la Fundación Dediurity. Gorgo pasó junto a un par de empresarios, quienes lo saludaron con amabilidad y respeto.

Se detuvo frente a una puerta de oficina y alzó el puño para golpearla. Antes de que pudiera hacerlo, una voz le indicó que pasara.

Abrió la puerta y vio a Do'cientos, sentado detrás de su escritorio, con la mirada fija en el monitor.

—Hola, señor… ¿necesita algo? —preguntó Gorgo con un tono bajo y respetuoso.

—Saludos, Gorgo. Ven, siéntate… tengo que hablar contigo.

― ¿Qué sucede? ― le pregunta Gorgo mientras se sienta en la silla frente al escritorio.

Do'cientos permanece en silencio por un momento, mientras miraba la pantalla, y anotaba algunas cosas en papel.

― recuerdas… ¿Qué te mencione que agentes míos tenían problemas con un viejo y sus tierras? ― habla finalmente el jefe.

―si, lo recuerdo. Fue cuando mencionaste que un chico de 15 los apaleo a todos… ¿qué sucede con eso?...

― no es la primera vez… esta fue la cuarta vez que envíe a agentes a ofrecerle dinero al viejo, que nos venda sus tierras y se busque otra vida… ―le explica Do'cientos ― pero se aferra a ellas y rechaza las ofertas…

―ya veo… ¿y eso porque me lo cuentas?...

―porque quiero que viajes a Japón… lo encuentres y lo mates… a él y a cualquiera que lo acompañe…

― ¿yo?... ¿viajar a Japón?...

―exacto… se llama Baldur Brauner… ―le continúa explicando con frialdad su jefe. ― vive en Kioto y es dueño del dojo "escuela de agua" … es un artista marcial de gran habilidad, pero para ti no debería ser problema…

―espera… estas dándome detalles sin darme un respiro… ¿Por qué necesitan las tierras de ese viejo?

—Te lo diré porque confío en ti, Gorgo. Tal vez estos detalles te ayuden a la hora de trabajar… —expresó Do'cientos seriamente, dejando de lado lo que estaba haciendo para mirarlo fijamente—. Hace seis años, un meteoro cayó en las tierras de ese anciano. Enviamos campos de investigación para revisar la zona de impacto, pero no había nada: ni cráter, ni meteoro, ni rastro alguno. Queremos esas tierras para rastrear la zona y encontrar esa roca. Está valuada en miles de millones… además, podríamos usar esas tierras para construir un lujoso hotel cinco estrellas y potenciar nuestras ganancias.

—¿Solo eso? —preguntó Gorgo, frunciendo el ceño—. No parece tan confidencial esa información como para justificar el cuento que te montaste…

—Tampoco ese es todo mi plan… —añadió Do'cientos con una sonrisa tranquila, pero voz seria—. Gorgo, tu trabajo con Sander fue excelente. Seguramente habrás notado que he estado enviando a Richarzon y a ti a cobrarle a varios deudores antes de su accidente.

—Sí, lo he notado… ¿Qué está pasando? —preguntó Gorgo, con cautela.

—Las figuras heroicas que están siendo respaldadas por la corporación Dinero se niegan a realizar estos trabajos sucios. Son demasiado arriesgados para sus reputaciones… y también para la de Dediurity —le confesó su jefe—. Además, los héroes no están bajo mi jurisdicción, no puedo darles órdenes. El problema es que, sin esos trabajos, estamos perdiendo fuerza en el bajo mundo. Los grupos criminales y las mafias se están pasando de listas porque saben que los héroes no les van a presentar ninguna amenaza.

—¿Qué me vas a proponer? —preguntó Gorgo con cautela.

—Gorgo… —dijo Do'cientos con voz firme, levantando el puño y cerrándolo con fuerza—. Quiero que seas el primer villano de la corporación Dinero. Quiero que seas el monstruo que necesita la empresa para dominar el bajo mundo y que todos nos teman.

Gorgo abrió los ojos con sorpresa, incapaz de ocultar su impacto.

—Piénsalo… —continuó Do'cientos, con un tono bajo y sombrío—. Antes de que te conociera, no eras nada… un patético don nadie. Empezaste a trabajar conmigo y tu reputación creció, junto con tu calidad de vida. Ahora, imagina eso multiplicado por diez… —hizo una pausa, sosteniéndole la mirada—. Sé mi villano.

Gorgo tragó saliva. Sentía un nudo en la garganta, y sus labios titubeaban al buscar una respuesta. El mundo parecía ir más lento.

"Convertirse en un monstruo…" Una decisión que iba mucho más allá de lo que había hecho hasta ahora. Sí, ya había matado, pero siempre por trabajo, nunca por la necesidad de ser temido. Ahora, la propuesta cambiaba las condiciones de todo.

"Es verdad… antes de esta vida era un patético don nadie —pensó Gorgo—. Este trabajo me cambió para bien y para mal. Pero ser temido y ser respetado son dos cosas diferentes…"

El recuerdo de su victoria en boxeo contra Richarzon cruzó su mente: una racha perdedora que lo había convertido en burla y una victoria que le había traído traición y repudio. Tal vez… ser temido no sonaba tan mal si lo comparaba con lo que había sido.

Respiró hondo, retomando la calma. Con una mirada tranquila y una voz fría, finalmente respondió:

—Acepto…

—Excelente… —dijo Do'cientos con una sonrisa plácida—. El boleto es para dentro de dos días. Prepara tus cosas y ve a hacer una matanza, Gran Gorgo.

—Dicho y hecho será… —respondió Gorgo, frunciendo el ceño y mirando a su jefe con confianza—. Ya que voy a matar a un viejo karateka, me dedicaré a aniquilar artistas marciales para demostrar que ni las habilidades más avanzadas de combate podrán detenerme…

—Me gusta la idea —murmuró el jefe, sonriendo aún más—. Ve y lúcete, grandote.

Do'cientos se recostó en su silla, con una sonrisa llena de satisfacción, mientras Gorgo se marchaba con pasos decididos y pesados, como si el suelo temblara bajo su avance.

<< La percepción que tenía sobre sí mismo había cambiado drásticamente. Gorgo se mentalizó y construyó una nueva personalidad con la cual brillar como el villano que se le propuso ser. Solo debía hacer una última cosa para consolidarse como el Gran Gorgo que Do'cientos quería tener a su cargo… >>

La gente gritaba y alentaba a dos boxeadores que se estaban repartiendo golpes para decidir quién se llevaría la victoria.

Gorgo había vuelto al gimnasio de su pasado, aquel lugar donde perdió su vida antes de ser rescatado por su nuevo jefe. Caminó por detrás de la muchedumbre, escuchando los gritos y sintiendo el repugnante olor que inundaba sus fosas nasales.

El hombre entró a los vestuarios, donde encontró a un hombre acompañado por un joven.

Apenas entró, el hombre mayor se dio la vuelta y se sorprendió al ver a Gorgo.

—¿Gorgo? —preguntó Héctor, con asombro en los ojos.

—Ey, Héctor… tanto tiempo… —respondió Gorgo con voz baja.

—¡Wow! ¡Mírate! ¿Cómo has estado? ¡Mira cuánto has cambiado! —exclamó Héctor, sonriendo mientras miraba el físico de su viejo amigo—. ¿Cómo te ha ido? Perdona que repita las cosas… es que no puedo con la sorpresa de volver a verte.

—Descuida… no pasa nada —contestó Gorgo con la mirada fría—. Estoy bien… conseguí un buen trabajo y ahora tengo una buena vida. No me falta nada.

—¡Jajaja! ¡Estamos iguales! —dijo Héctor, riendo y señalando al joven—. Desde que nos separamos, conseguí un trabajo de verdad, saldé mis deudas y volví para aprovechar mi tiempo libre en lo que me gusta… el boxeo.

El joven saludó a Gorgo con respeto.

—Él es mi nuevo socio. Lo represento para que pueda pelear. Es bueno… casi tan bueno como lo eras tú cuando empezaste.

—Me alegro por él… —dijo Gorgo sin mucho entusiasmo.

—¿Por qué viniste? ¿Planeas volver al boxeo? —preguntó Héctor, entusiasmado—. Aunque, con ese físico que tienes ahora, deberías estar en el boxeo profesional de pesos pesados…

—No… nada de eso. En realidad… vine a borrar mi pasado —respondió Gorgo con frialdad.

—¿Borrar tu pasado? —preguntó Héctor, confundido—. ¿A qué te refieres…?

En respuesta, Héctor recibió un poderoso golpe directo en la cara. El sonido seco del cráneo al partirse retumbó en el vestuario. Cayó al suelo con parte de la cara hundida, inerte.

El joven se quedó helado ante lo que acababa de ver. No tuvo tiempo de reaccionar antes de que Gorgo lo golpeara también, con la misma brutalidad, dejando su cuerpo tan destrozado como el de su representante.

Gorgo miró los dos cadáveres en silencio. La sensación que recorría su cuerpo era distinta a la de antes. Placer. El dulce e incomparable placer de matar por el puro deseo de hacerlo, por la satisfacción de sí mismo. Sintió que nada podría detenerlo.

Esa misma noche, las noticias locales informaron que la policía tuvo que acudir con los bomberos para abrir la puerta bloqueada de un gimnasio clandestino.

Dentro encontraron 56 cuerpos. Eran los espectadores de la velada y los boxeadores.

<< Aquella noche, Gorgo Garilla se destruyó a sí mismo para dar paso al nacimiento del Gran Gorgo. >>

More Chapters