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Chapter 169 - Capítulo 13: Precio de la Dominación

El frío aire canadiense azotaba sus rostros mientras Bradley corría, la ciudad de Ottawa pasando a su alrededor como un borrón de colores y formas. Kaira, en sus brazos, sentía el impacto constante del viento, pero el asalto sensorial era menor que antes; su mente estaba demasiado enfocada en el peligro que dejaban atrás y en el que los seguía. El disparo de escopeta en el despacho presidencial había reventado su discreción en mil pedazos. La seguridad de la capital reaccionaba con la eficiencia que solo la alarma total puede provocar.

—Nos siguen, Bradley —la voz de Kaira era firme a pesar de la velocidad, su mente extendiéndose, sintiendo las ondas de pensamiento y los patrones de comunicación—. Múltiples unidades. Coches. Y… helicópteros. Rápido.

—Lo sé, Kaira, lo sé —respondió Bradley, su propia voz tensa por el esfuerzo y la adrenalina. Sus músculos ardían, pero su velocidad era su única esperanza. Zigzagueaba entre calles, parques, cualquier cosa para romper la línea de visión.

La persecución a través de Ottawa era implacable. La supervelocidad les daba una ventaja, pero la red de seguridad de la ciudad era vasta y coordinada. Los coches de policía aparecían por calles laterales, militares en vehículos blindados intentaban bloquearles el paso. El sonido distante pero creciente de las palas de helicóptero se acercaba.

—¡Bloqueos adelante, Bradley!—advirtió Kaira, sintiendo las mentes de los policías y soldados que se posicionaban.

—¡Puedo pasar!—respondió él, su determinación clara. Viraba bruscamente, esquivando barricadas improvisadas, la supervelocidad una danza peligrosa entre el caos y el control.

Pero la red se cerraba. Los helicópteros coordinaban desde arriba, dirigiendo a las unidades terrestres. Las calles se volvieron embudos. Intentaron un parque, buscando cobertura, pero el sonido de las sirenas y el zumbido aéreo se intensificó, rodeándolos.

Se detuvieron bruscamente en un pequeño callejón sin salida, altos edificios flanqueándolos, un muro sólido al final. El sonido de las sirenas se hizo ensordecedor, y el zumbido de un helicóptero se cernió sobre ellos. Luces brillantes los bañaron. Vehículos blindados bloquearon la entrada al callejón. Docenas de militares y policías armados, con las armas listas, llenaron el espacio.

Estaban acorralados. No había a dónde ir. Once contra… ¿cien? ¿más? Y solo tres de su equipo sabían pelear, y aquí solo estaban dos. La lucha era imposible. El escape era imposible.

Un oficial al frente gritó órdenes por un megáfono. "¡Manos arriba! ¡Al suelo! ¡No se muevan!"

La tensión era insoportable. Bradley se puso instintivamente delante de Kaira, sus manos listas, su supervelocidad inútil contra tantos puntos de disparo a corta distancia. Kaira, a su espalda, sentía la desesperación del momento.

—No podemos luchar, Bradley —murmuró Kaira, su voz era apenas audible sobre el ruido de las sirenas y el helicóptero.

—Pero no podemos rendirnos— respondió Bradley, su postura desafiante.

Kaira cerró los ojos por un instante. El rostro del Presidente, la escopeta, la regeneración… Todo parpadeó en su mente. Y el plan de Snow. La necesidad de ir a Rusia. La ventana de tres meses. No podían fallar. No ahora.

Una resolución fría y aterradora se apoderó de ella. Tenía que hacerlo. No había otra opción.

—Apártate… Bradley…— dijo Kaira, su voz repentinamente tensa, un sonido forzado que captó la atención de Bradley.

Bradley la miró, preocupado por el sonido en su voz. —¿Kaira? ¿Qué…?

Kaira ignoró la pregunta. Respiró hondo, su cuerpo se tensó con un esfuerzo inmenso. Su conciencia psíquica, la "Red Plateada", se expandió de forma explosiva. No solo tocando mentes, sino abarcándolas. Tomándolas. A la fuerza. Todas ellas.

Los militares y policías que los acorralaban se detuvieron bruscamente. Sus armas bajaron lentamente. Sus ojos, fijos en Kaira y Bradley, se volvieron vacíos, confusos, controlados. La furia y la determinación desaparecieron, reemplazadas por una inacción extraña.

Pero el costo para Kaira fue inmediato y severo. Una presión inmensa martilleó su cráneo. Sintió como si su mente se estirara hasta el punto de romperse, abarcando docenas, quizás cientos de mentes a la vez. Sangre caliente comenzó a chorrear de su nariz, goteando por su labio. Sus ojos se volvieron de un rojo brillante, un color sobrenatural que contrastaba horriblemente con su piel pálida. Una tensión insoportable se reflejó en su rostro, sus músculos faciales apretados por el esfuerzo. Jadeaba, cada respiración era un acto consciente y doloroso. Un gemido ahogado escapó de sus labios.

—¡Kaira!— El grito de Bradley fue de puro pánico y preocupación. Vio la sangre, el color de sus ojos, el esfuerzo agónico en su rostro. Se giró hacia ella, olvidando por un instante a los soldados ahora inmóviles. —¡Estás sangrando! ¡Detente! ¡Es demasiado!—

—No… no puedo— siseó Kaira, su voz era apenas un susurro ronco, cada palabra un esfuerzo—. Si los suelto… nos capturarán… o peor… Ahg…— Otro gemido escapó de ella mientras mantenía la presión mental. La sangre seguía goteando.

Se apoyó contra la pared del callejón, su cuerpo temblaba ligeramente por el esfuerzo inmenso. El ejército que los acorralaba era ahora una colección de estatuas controladas, sus mentes marionetas en la vasta Red que Kaira sostenía con su propia fuerza vital.

Con la respiración entrecortada y la sangre goteando, Kaira forzó sus ojos rojos a enfocarse en Bradley. La urgencia en su mirada atravesó el dolor y el esfuerzo. La misión no había terminado.

—Bradley…— dijo, su voz más firme ahora, aunque aún teñida por el agotamiento—. Ve…

Bradley la miró, confundido y aterrado por su estado. —¿Ir? ¿Adónde? ¡No te dejaré así!—

—El Presidente…— Kaira hizo una pausa, juntando fuerzas—. Lo dejamos atrás… en el despacho… Necesito… Necesito hablar con él…

La comprensión golpeó a Bradley. Volver. Volver al edificio que acababan de escapar. Al hombre que le voló la cabeza a Kaira. —¿El Presidente? ¡Pero…!—

—Tráelo… tráelo a mí…— Las palabras de Kaira eran una orden, no una petición. Su mirada roja era inflexible, a pesar de la sangre. La determinación fría estaba allí, incluso en su estado vulnerable. —Necesito… necesito respuestas. Y control. A solas… aquí. Mientras… mientras los contengo.—

Bradley la miró, su corazón latiendo con una mezcla de miedo por ella y la audacia aterradora de la orden. Dejarla sola. En ese estado. Manteniendo a un ejército cautivo con su mente sangrante. Volver al edificio lleno de seguridad (ahora quizás menos coordinada, pero aún peligrosa). Ir por el hombre que la había matado (aunque temporalmente).

Pero confiaba en ella. Confiaba en Ryuusei. Este era el plan. Adaptado sobre la marcha a un costo terrible.

—Está bien, Kaira— dijo Bradley, su propia voz resonando con una nueva determinación. —Lo haré. Volveré con él. Aguanta.—

Kaira solo asintió, el esfuerzo consumiéndola. La sangre goteaba. Sus ojos brillaban rojos. Estaba en el límite.

Bradley le dio una última mirada cargada de preocupación, grabándose en la mente la imagen de Kaira contra la pared, la Red Desatada brillando en sus ojos rojos. Entonces, con una determinación renovada, aceleró. No para escapar, sino para volver. Volver al corazón del peligro. A través de las calles silenciosas y controladas por la voluntad de Kaira. De regreso al edificio gubernamental. Para traer al títere de vuelta a la titiritera sangrante.

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