Oh, es fantástico.
—¿El qué, mi señor? —preguntó una preocupada Siduri.
—He terminado los planos para los Colmillos de Nafestin —respondió Gilgamesh con una sonrisa orgullosa.
—En verdad, mi rey, es algo magnífico. Debería haberse hecho arquitecto.
—No me gustan —dijo Gilgamesh con indiferencia, aunque con cierta satisfacción.
—Bueno, llevaré estos planos a la armería. Mientras tanto, descanse un poco —sugirió Siduri con suavidad.
Cuando Siduri salió de la sala del trono, Gilgamesh tambaleó ligeramente, visiblemente agotado. Luego caminó hacia el trono y se sentó con pesadez.
—El trono está para mostrar autoridad… pero ahora no tengo elección —pensó mientras el sueño comenzaba a vencerlo.
—Y cuando regresé, me encontré al rey en un sueño profundo del cual no ha despertado —nos explicó Siduri con angustia, ya de vuelta en la sala del trono.
—Es imposible que haya muerto solo por cansancio… Aunque, bueno, sí que lo hacía difícil —dije mientras analizaba la situación.
—Tienes razón. Esto debe ser obra de una de las diosas de la Alianza —dijo Ishtar, frunciendo el ceño.
—Fue Ereshkigal —dijo Quetzalcóatl con firmeza—. Siento sus espíritus mortuorios cerca.
—¿Ereshkigal? —preguntó Ishtar, sorprendida.
—Ellos deben de ser quienes están llevándose las almas de los más débiles al inframundo —añadí.
—Eso explicaría por qué tantas personas están muriendo por "agotamiento" últimamente —dijo Mash, pensativa.
—Pero, ¿cómo es posible que haya llegado hasta aquí? —cuestionó Ishtar.
—Es probable que, al ser invocada tú, ella también lo fuera. Según Siduri, la Madre Mayor murió después de tu invocación. Además, puede que ambas estén condenadas… Tú eres la diosa madre de los cielos, e Ereshkigal la de la tierra.
—¿Entonces me estás diciendo que ella podría estar controlándome algunas veces?
Asentí con la cabeza. Yo ya lo sabía.
—Pero si Ereshkigal es parte de la Alianza… Ishtar, ¿tú también lo eres? —preguntó Fujimaru, confundido.
—Nunca dije que perteneciera a ella —respondió Ishtar, cruzándose de brazos.
—Entonces la Alianza está compuesta por Gorgon, Quetzalcóatl y Ereshkigal… —dijo Fujimaru, atando cabos.
—Bueno, ahora debemos ir a rescatar al Rey Gilgamesh —concluyó decidido.
—¿Ishtar, podrías llevarnos? —le pregunté, mirándola.
—Pero no podré ayudar mucho allí… Lo siento —dijo ella bajando un poco la mirada.
—No te preocupes, yo los protegeré a todos —dije con una sonrisa que logró sonrojar tanto a Ishtar como a Quetzalcóatl.
—Está bien… síganme —dijo Ishtar, saliendo del palacio.
—Espero que logren rescatar al rey Gilgamesh —nos dijo Siduri con un atisbo de esperanza.
Todos asentimos con determinación.
—Chicos, agárrense fuerte…
—Eh… ¿qué?
No termino de hablar cuando los tomé a todos y volé rápidamente tras Ishtar.
Después de un recorrido no muy largo, llegamos a la ciudad donde Fujimaru y yo habíamos entrado por primera vez al Inframundo.
—Bueno, ¿y ahora cómo entramos? —preguntó Fujimaru, observando los alrededores.
—Supongo que, al estar en la era de los dioses, el Inframundo y la Tierra están conectados directamente —respondí mientras miraba a Ishtar, quien simplemente asintió.
—Entonces, lo único que tengo que hacer… es abrir esa puerta —dije con decisión.
—Chicos, aléjense un poco. Voy a abrir un portal —advertí mientras me elevaba en el aire.
—Ishtar, será mejor que te acerques a mí… por si acaso —le dije con seriedad.
Rápidamente formé un gran Cero, mucho más grande y comprimido de lo normal. Tomé a Ishtar con mi brazo mientras cargaba el ataque.
—¡Gran Rey Cero! —grité, liberando una enorme ráfaga de energía que impactó con fuerza contra el suelo. La explosión levantó una ventisca violenta que hizo temblar el entorno.
Cuando el humo y el polvo se disiparon, lo que quedaba era un gran agujero en el suelo. En el fondo, se podía ver claramente un camino.
—¡Vamos! —dije, y rápidamente descendimos e ingresamos al Inframundo.
—¿Están todos bien? —pregunté, girándome para ver al grupo. Todos asintieron.
—Bien, busquemos al rey —dije, y comenzamos a avanzar.
A los lados del camino había jaulas, y dentro de ellas flotaban pequeñas esferas azuladas que detecté como almas. Fujimaru se quedó absorto observándolas, hasta que Ishtar tuvo que sacarlo de su ensimismamiento para que pudiéramos seguir adelante.
—Ishtar, ¿sabes hacia dónde debemos ir? —le pregunté.
—Es casi seguro que Ereshkigal está vigilando el alma del rey. Para llegar hasta ella debemos atravesar las Siete Puertas. Cada puerta te hará una pregunta con dos posibles respuestas. Si aciertas, la puerta se abrirá y podrás continuar.
—Sabes bastante sobre el Inframundo para alguien que nunca ha estado aquí —comenté, alzando una ceja con suspicacia.
—Bueno… en realidad una vez me colé… pero acabé siendo despojada de mis Siete Leyes y atravesada por lanzas…
—Tuvo que ser muy duro para ti —dije, rodeándola con un pequeño abrazo que ella aceptó felizmente.
Pronto llegamos a la primera puerta, la cual nos recibió con una adivinanza. Después, formuló su pregunta:
"Para el pecador Luciano… ¿Quién es más hermosa: Ishtar o Ereshkigal?"
—¿Eh? ¡Así no eran antes las preguntas! —gritó Ishtar, visiblemente nerviosa.
—Bueno, la respuesta es fácil, ¿no, cariño? —dijo, mirándome con una sonrisa oscura.
—Sí… claro… elijo a Ishtar —dije, algo incómodo.
—¡Ja, ja, ja! ¿Quién más si no? ¡Después de todo, soy la diosa más hermos—!
Un rayo cayó repentinamente sobre ella, interrumpiendo su frase. Las puertas resonaron con una voz burlona:
"Incorrecto. Qué tonta."
Me quedé con una gota de sudor bajándome por la sien ante la escena. Rápidamente me acerqué a Ishtar para curarla.
—Entonces elijo a Ereshkigal —dije con resignación.
—Respuesta correcta —dijo la voz de la puerta mientras se abría.
—Bueno, continuemos —dije con una sonrisa mientras levantaba en brazos a una curada Ishtar.
Cinco puertas después…
Habíamos superado ya la sexta puerta y nos dirigíamos a la séptima y última.
—Por esto les dije que no podría ayudar aquí… —dijo Ishtar, ahora del tamaño de una muñeca, ya que sus poderes y leyes habían sido sellados tras varios castigos por fallar respuestas.
—No te preocupes, yo me encargo de todo —respondí mientras tomaba a Fuu y lo colocaba en mi hombro, donde también estaba subida la miniatura de Ishtar.
—Parece que llegamos —dijo Fujimaru al divisar la última puerta.
—¡Ja, ja, ja! ¡Grandioso! ¡Habéis venido a rescatarme! —se oyó una voz conocida. Era Gilgamesh, que emergía de una gruta con su típica sonrisa arrogante.
Además, no pude evitar reír al ver semejante regalo —dije mientras sostenía a la chibi Ishtar en mis manos.
—Dime, ¿cómo es que esta diosa terminó en un tamaño tan adorable? Jajaja —decía Gilgamesh con diversión.
—Bueno, fue debido a que falló repetidamente en las puertas y su poder terminó siendo limitado.
—Me alegro de que no te haya pasado nada, puré de Dijon.
—Jajaja, esos enviados de Ereshkigal no pudieron conmigo. Solo me relajé y medité; así no me detectaron en este lugar. Bueno, prosigamos —dijo mientras se dirigía hacia la puerta.
—Jajaja, no hace falta que digas la pregunta. Seguro que la respuesta soy yo —dijo Gilgamesh con un aura de confianza desbordante.
—Respuesta equivocada.
—Bueno… se veía venir —dijo Fujimaru, mientras todos sentíamos una gota de sudor en la nuca.
Después de varios intentos fallidos de Gilgamesh, quien seguía respondiendo con su propio nombre, nosotros logramos responder correctamente a la última pregunta y así cruzar la puerta final.
—Rey Gilgamesh, ¿me podrías decir quién es Ereshkigal? —preguntó Fujimaru.
—Bueno, si Ishtar es la diosa que posee todo lo que desea, Ereshkigal es la diosa que no desea nada —dijo Gilgamesh, mientras Ishtar se hacía la distraída, mirando hacia otro lado.
—Cuando Ereshkigal nació y el Infierno fue creado, fue arrojada al Inframundo, donde quedó atrapada en soledad eterna —continuó.
—Una historia muy triste —dije.
—Pero parece que ya hemos llegado —añadí mientras observaba una gran plataforma frente a nosotros—. Antes de entrar, tomen esto —dije, mientras tocaba a cada uno formando una barrera de chakra a su alrededor—. Esto los protegerá.
Saltamos hacia la plataforma. Un gran frío comenzó a cubrir el suelo, y una esfera roja se formó delante de nosotros. De ella emergió una imponente mujer esquelética, de un blanco nieve que helaba la sangre. Era Ereshkigal. Su aparición fue acompañada por un aire gélido que congeló aún más el entorno.
Rápidamente usé mi elemento fuego para calentar los alrededores y reducir el frío.
Entonces, una gran presión salió del cuerpo esquelético de Ereshkigal, obligando a Fujimaru a caer de rodillas.
—Solo por estar en mi presencia caes de rodillas. Ahógate en tu discordia.
—Ereshkigal, puedes dejar de fingir. Puedo ver que no eres una mala diosa. Además, ¿por qué no te unes a nosotros para salvar Uruk?
—¿Eh…? —dijo un confundido Gilgamesh.
—Seguiré con mi decisión de destruir a los humanos de Uruk y llevarlos al Inframundo. Por eso me uní a la alianza —respondió ella, mientras formaba una gran lanza de luz.
Con un golpe al suelo, provocó que un pico de tierra saliera disparado hacia nosotros.
Rápidamente invoqué a Yamato y, con unos cortes veloces, destruí el pico en pedazos.
—¡Mash, protege a Fujimaru! —grité, mientras partía varias estacas de piedra que se dirigían hacia nosotros.
—Ereshkigal, no necesitas seguir fingiendo ser una diosa autoritaria. Sé que no eres así, solo estás mintiendo. No quieres hacerle daño a nadie —dije mientras me acercaba, cortando estacas con Yamato y usando la Puerta de Babilonia para destruir las que amenazaban a los demás.
—¡Ya lo he dicho! Esta es mi decisión. Si se oponen, los destruiré a todos.
Acto seguido, lanzó muchas más estacas de tierra hacia mí.
Levanté a Yamato sobre mi cabeza y una gran aura violeta, que evaporaba todo a su alrededor, se desató desde mi cuerpo, acompañada de una intensa presión.
Rápidamente concentré toda esa energía en el filo de Yamato. Lo bajé con un corte limpio que parecía rasgar el mismo espacio. El corte avanzó con fuerza descomunal, cortando todas las estacas y, finalmente, partiendo la lanza de Ereshkigal en dos.
—¿Cómo es posible...? ¿Cómo pudiste romper mi lanza? —dijo sorprendida, apoyando las manos en el suelo.
—Muy sencillo. Utilicé la energía de la destrucción para partir tu lanza. La destrucción es una energía que incluso los dioses y sus armas tienen dificultades para resistir. Por eso fue destruida. Ereshkigal, sé que no eres mala. Únete a nosotros —dije mientras la miraba fijamente.
—Yo… nunca tuve amigos, ni conocidos, ni compañía. Siempre estuve sola en este lugar sombrío. Mientras yo me consumía aquí, mi hermana gemela disfrutaba de los lujos del mundo —decía, mientras lágrimas caían de los ojos del esqueleto.
—Luciano… solo quiero que alguien me elogie. Por favor… elógiame.
—Me encantaría, pero con lo que estás haciendo ahora no puedo. Además, eso solo dañaría tu ego —le respondí con una mirada triste.
—Si no vas a elogiarme… entonces no dejaré que nadie salga vivo de aquí —dijo, poniéndose de pie nuevamente, mientras una gran aura roja estallaba a su alrededor.
Las almas atrapadas en las jaulas comenzaron a acumularse en la mano de Ereshkigal, formando una lanza roja que emanaba un poder aterrador.
—¡Transformaré este mundo en uno de muerte para que ya no haya más sufrimiento, ni en el futuro ni en el pasado! —gritó, apuntándome con la lanza.
—Así que ese era tu objetivo al querer destruir a la humanidad... Ereshkigal. Terminaré con esta farsa y te demostraré que solo estás mintiendo. Y entonces volverás a ser esa diosa que protegía Uruk —dije, mientras una gran cantidad de energía natural explotaba a mi alrededor, seguida de una oleada de destrucción. Esto provocó que incluso el lugar donde luchábamos comenzara a temblar.
Rápidamente activé el Modo Sabio de los Seis Caminos y transformé una de las esferas de la verdad en una lanza, a la que imbuí con la energía de la destrucción. La sujeté con fuerza, adoptando una postura cómoda para atacar.
—¡Nammu Abzu Gugalanna! —gritó Ereshkigal, lanzándose hacia mí con su lanza.
Yo simplemente pisé el suelo con fuerza, haciéndolo romperse bajo mis pies.
—¡Proyectil letal! —grité, mientras lanzaba la lanza que chocó con el ataque de Ereshkigal.
De repente, un profundo silencio se apoderó del lugar... pero no duró mucho. Una enorme explosión rompió el momento, sacudiendo todo a nuestro alrededor.
Después de varios segundos, cuando la explosión se disipó, Ereshkigal apareció en su verdadera forma. Se parecía mucho a Ishtar, pero con el cabello rubio, vestida con un traje negro y una capa roja.
—Parece que has vuelto a la normalidad —dije, acercándome a ella junto a los demás.
—¿Por qué dijiste que estaba mintiendo? —me preguntó con la cabeza gacha.
—Puedo ver tu alma... y es bastante pura, si me preguntas. Solo está manchada por la soledad. Además, sé que te preocupas por los humanos. Después de todo, cuando me visitabas, siempre preguntabas por todos —dije con una sonrisa.
—¿La conocías? —preguntó una sorprendida Mash.
—Sí.
—Espera... entonces, ¿siempre supiste que era yo quien te visitaba? ¿Entonces sabías que era todo un espectáculo eso de ser una diosa terrible? —dijo mientras se ponía más roja que un tomate.
—Claro, después de todo, puedo ver las almas. Y aunque la tuya y la de Ishtar se parecen, no son iguales —dije riendo.
—¡Ah, qué vergüenza! No puedo ser más patética... —dijo mientras se daba la vuelta y se ponía en cuclillas de pura vergüenza.
—Mira que eres una cabeza hueca —dijo Ishtar, acercándose.
—¡Cállate! No quiero oír eso de una diosa avariciosa y loca por las joyas.
Yo solo me reí al ver su relación.
—¿De qué te ríes? —preguntaron ambas, molestas.
—Nada, solo me recuerdan a la relación con mis hermanos —dije mientras limpiaba una lágrima traicionera que se escapó de mi ojo derecho.
Ambas se relajaron y sonrieron suavemente.
—Creo que mi mayor error, y la causa de todo, fue no haberte matado en Kuthdra...
Pero antes de que pudiera terminar, una espada la atravesó por la mitad. No la mató, sino que cortó algo que la ataba.
Rápidamente la tomé en mis brazos para que no cayera al suelo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó un sorprendido Fujimaru.
—No os preocupéis. Ella está bien. Simplemente han cortado su alianza con Gorgon y Quetzalcóatl —dije, mirando hacia donde estaba el hombre que nos encontramos Fujimaru y yo la primera vez que llegamos al Inframundo.
—Es verdad —respondió el hombre.
—¿Qué ha pasado...? —dijo Ereshkigal al despertar sobresaltada.
—Oh, parece que ya estás despierta. ¿Cómo te encuentras? —pregunté, sonriendo.
—¿Cómo terminamos en esta situación...? Me siento... libre de algo —dijo, mirando al hombre.
—He cortado tu relación con una alianza que nunca debió existir. Ahora ya no tienes que ayudar más a esa causa —dijo el hombre antes de desaparecer.
—Bueno, Ereshkigal, ¿por qué no te unes a nosotros y nos ayudas a salvar Uruk? —le pregunté, extendiendo mi mano derecha para ofrecerle un apretón.
—Está bien... os ayudaré —dijo con un tono tímido pero feliz, mientras tomaba mi mano.
—Gracias —dije, estrechando su mano con ambas, lo que la sorprendió y la hizo sonrojarse.
—Entonces, ¿por qué no te vuelves una Servant de Luciano?
—No puedo... hasta devolverle su amabilidad. Entonces, esperaré ese momento —respondió, con una gran sonrisa.
—Pero antes de irnos, déjame cambiar este lugar tan triste —dije mientras me giraba.
—¿Qué planeas hacer? —preguntó una interesada Ereshkigal.
—Ya lo verás —contesté, preparándome.
Usando mi control del espacio, el Inframundo comenzó a encogerse poco a poco, lo que sorprendió a todos. Pronto, estábamos todos en un fondo blanco mientras el Inframundo se había convertido en una pequeña esfera en mis manos.
Luego, usando la manipulación de la realidad, cambié sus leyes y su apariencia. Con el control del tiempo, hice que no pasara el tiempo en el Inframundo, para que ninguna alma desapareciera. Y para finalizar, con la energía de la creación, formé un hermoso paisaje: árboles altos, flores, plantas, un pequeño río que atravesaba el terreno, y un montón de animales normales y fantásticos que daban vida al lugar.
Entonces dejé que el Inframundo se expandiera de nuevo, lo que provocó un gran destello de luz que obligó a todos a cerrar los ojos.
—¿Entonces, qué os parece el nuevo paisaje? —pregunté, girándome hacia los demás, que poco a poco abrían los ojos.
Cuando vieron el nuevo Inframundo, se quedaron boquiabiertos. Ahora era una gran pradera, rodeada de árboles, flores y un río poco profundo. Había muchos animales normales y fantásticos, como unicornios y pegasos, que le daban vida al lugar.
Pero lo que más sorprendió a todos fue que las almas habían recuperado su forma corpórea y jugaban con los animales.
—Lo admito… es algo hermoso —dijo un sorprendido Gilgamesh.
—Gracias —susurró Ereshkigal, abrazándome con lágrimas en los ojos.
—Jajaja, de nada.
—Por cierto, las almas corpóreas solo son las buenas. Las malas quedarán encerradas en jaulas, observando cómo los justos reciben su recompensa —expliqué, señalando unas jaulas distribuidas por la pradera.
—Eso es bastante cruel… —dijo Fujimaru.
—Bueno, que se hubieran comportado mejor en vida —respondí mirándolo. Él solo asintió con comprensión.
—Bueno, Ereshkigal, cuando estés lista, solo ven a visitarnos. Ahora nos vamos. Ah, y por cierto, ese templo al fondo es tuyo. Ahí podrás descansar y hacer lo que desees —dije, acercándome a los demás.
De pronto, Gilgamesh empezó a levitar, seguido por muchos de los espíritus que volvían a sus cuerpos.
—Bueno, nosotros también nos marchamos —dije, despidiéndome de Ereshkigal.
Rápidamente tomé a todos y desaparecimos en un destello blanco. Reaparecimos en la sala del trono. Siduri se asustó al vernos, pero una voz la dejó sin palabras.
—Siduri, seguro tengo mucho trabajo acumulado. Tráemelo —dijo un serio Gilgamesh, mirándola.
—Parece que todo ha vuelto a la normalidad —dijo un feliz Fujimaru.
—Eso parece —añadió Mash, sonriendo.
Continuará...