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Chapter 173 - Capítulo 17: El Silencio Roto

Ottawa se despertaba lentamente bajo el sol de la mañana mientras Kaira y Bradley iniciaban un día diferente. No había misiones urgentes, ni presidentes que controlar, ni ejércitos que evadir o manipular. La base militar cerca del Bosque de Alberta estaba en proceso de establecerse gracias a las órdenes dictadas. Tenían un día libre antes de que comenzara la siguiente fase logística que los llevaría fuera de la capital. Decidieron dedicarlo a ellos.

Pasearon por un parque a orillas del río Ottawa, el aire fresco y limpio. Se sentaron en un banco, observando el agua que fluía perezosamente.

—Es… tranquilo aquí —comentó Bradley, rompiendo un silencio cómodo.

Kaira asintió, sus ojos recorriendo el paisaje con su habitual atención, pero sin la tensión de la vigilancia constante. —Comparado con las calles de ayer… sí. Una quietud… inusual.

—Una buena quietud, supongo —dijo él, ofreciéndole una pequeña sonrisa.

Ella le devolvió una sonrisa sutil, algo que Bradley empezaba a reconocer como una señal de su relajación. —¿Alguna vez… tuviste días así? Antes.

Bradley se encogió de hombros. —No mucho. Siempre entrenando. O… en misiones. O escapando. Mi vida era… rápida. Literalmente. ¿Y la tuya?

Kaira miró el río de nuevo. —Mi mente siempre estaba… activa. Analizando. Planificando. Encontrando patrones. La interacción social… era… ineficiente. Estos momentos… son… diferentes.

—Diferente… ¿bien o mal? —preguntó él, su voz era suave.

Kaira tardó un instante en responder. —Bien. Diferente… bien.

Caminaron más tarde por el distrito histórico, deteniéndose frente a edificios antiguos. Kaira no mostraba asombro abierto, pero hacía comentarios analíticos interesantes sobre la arquitectura, la historia detrás de los lugares, usando su vasta Red Plateada de información. Bradley escuchaba fascinado, a veces haciendo preguntas inesperadas que hacían que Kaira reconsiderara sus propias observaciones.

—Entonces, ¿la mente colectiva de la ciudad recuerda los eventos importantes en los lugares donde sucedieron? —preguntó Bradley mientras Kaira describía la "impresión" psíquica de un viejo edificio del parlamento.

—No como recuerdos individuales, no —explicó Kaira—. Sino como… resonancias. Ecos de emociones y pensamientos significativos ligados a la ubicación física. Es parte de la Red Plateada. Una capa histórica.

—Fascinante —murmuró Bradley. Siempre encontraba fascinante el poder de Kaira, aunque a veces aterrador. Pero hoy… era solo fascinante.

Almorzaron algo sencillo en un lugar discreto, hablando de tonterías, riendo un poco. La facilidad entre ellos crecía con cada hora que pasaban lejos de la presión de la misión. Vieron una tienda de cómics y Bradley se detuvo, su rostro iluminándose con una especie de alegría infantil. Kaira lo observó con curiosidad.

—¿Te gustan esas… historias gráficas? —preguntó.

—Sí —dijo él, con una sonrisa genuina—. Son rápidas. Y… los héroes siempre ganan. Es sencillo.

Kaira consideró esto. —La realidad rara vez es tan sencilla. Los héroes… a menudo tienen costos ocultos.

—Lo sé —dijo Bradley, su sonrisa se desvaneció un poco. Pensó en Ryuusei. Pensó en Kaira, sangrando. Pero luego volvió a sonreír—. Pero es bueno pretender por un rato.

Pasaron la tarde explorando un museo de ciencias, Kaira analizando las exposiciones con una mente aguda, conectando conceptos, mientras Bradley la seguía con paciencia, a veces perdido, a veces haciendo una observación simple que Kaira encontraba… inesperadamente perspicaz. El diálogo entre ellos era una mezcla constante de su intelecto estratégico y su creciente conexión personal.

A medida que el día se convertía en noche, el ambiente en Ottawa cambiaba. Las luces de la ciudad se encendieron, creando un brillo cálido. Decidieron ir a pasear de nuevo, esta vez a lo largo del Canal Rideau. El aire de la noche era fresco, y el sonido suave del agua y el murmullo distante del tráfico creaban una atmósfera íntima.

Caminaron en silencio por un rato, un silencio diferente al de la supervelocidad. Era un silencio compartido, cómodo, cargado de las palabras no dichas y los sentimientos que ambos empezaban a reconocer.

La conversación se volvió más seria bajo la luz de la luna y las farolas. Hablaron de la Operación Kisaragi, de su lugar en ella.

—A veces… no sé si lo que hacemos es… correcto —admitió Bradley, su voz era baja, mirando el reflejo de las luces en el agua. Pensaba en los militares controlados, en el Presidente atado.

Kaira detuvo su paso, su mirada se posó en él. —Correcto… es relativo. Ryuusei cree que lo que hace es correcto. Aurion cree que lo que hace es correcto. Todos tienen una justificación. Ryuusei… Ryuusei tiene un objetivo. Un mundo donde los marginados… nosotros… no tengamos que escondernos. El método… a menudo no es… agradable.

—Pero… ¿vale la pena?—preguntó Bradley, volviéndose hacia ella.

Kaira miró al cielo nocturno por un momento. — ¿Vale la pena… no ser cazados? ¿Vale la pena… tener una oportunidad? Para mí… la ecuación es… lógica.

Bradley la miró a los ojos. —Para mí… vale la pena… si estamos juntos en ello.

Si… si tú estás allí.

El aire se cargó de una tensión diferente, una tensión emocional. Kaira sintió que su corazón, esa máquina lógica, latía de una manera que las ecuaciones no podían explicar. Ver la sinceridad en los ojos de Bradley, escuchar sus palabras… rompió algo dentro de ella. Su reserva habitual, su distancia emocional… todo cedió ante la fuerza de su conexión y el simple

"si tú estás allí".

La caminata continuó por un tramo más, el silencio ahora lleno de la intensidad de lo que acababan de decir. Llegaron a un punto más apartado del canal, el sonido del agua más cercano. El día, su día, estaba terminando.

Kaira tomó una decisión. Un impulso que no analizó, solo… actuó. Giró hacia Bradley. Su rostro, usualmente tan controlado, mostraba una vulnerabilidad que él nunca había visto antes.

—Bradley…—su voz era suave, apenas un susurro, pero cargada de un peso emocional inmenso—. Quiero… quiero disculparme.

Bradley la miró, sorprendido. —¿Disculparte? ¿Por qué?

—Por haber sido… haberte tratado mal al principio—dijo Kaira, las palabras saliendo con una sinceridad cruda—. Haber… haberte llamado tonto. Por no haber… por no haber visto…

Se detuvo, buscando las palabras correctas para expresar algo que iba más allá de las disculpas. Su mirada se fijó en la suya.

—Por no haber visto… lo que vales. Lo que eres. Antes.

Dio un pequeño paso hacia él, su mano se levantó temblorosamente. Tocó su mejilla. La piel de Bradley se sintió cálida bajo sus dedos. Y entonces, Kaira se inclinó.

Cerró los ojos por un instante y le dio un beso en la mejilla. No fue un beso casual. Fue deliberado. Su boca rozó la piel de su mejilla, deteniéndose casi por llegar a sus labios, una promesa silenciosa de lo que podría ser, un límite cruzado que significaba todo.

Se separó lentamente, sintiendo el calor en su propia cara. La sangre de su nariz se había ido, pero el calor en sus mejillas era diferente, nacido de la emoción.

—Gracias por todo—dijo Kaira, su voz era baja y cargada de un sentimiento que rara vez permitía mostrar. Gracias por estar ahí. Gracias por verme. Gracias por ser tú.

Bradley se quedó inmóvil por un segundo, procesando lo que había sucedido. La disculpa. El toque. El beso. La sinceridad en sus ojos. El peso de su "gracias por todo".

Una oleada de calor subió por su propio cuello. El sonrojo se extendió por su cara. Kaira, la inalcanzable, la brillante, la telepata que controlaba mentes y sobrevivía a la muerte… se había disculpado con él, lo había besado, le había dado las gracias de una manera que lo significaba todo.

Kaira lo vio sonrojarse, y una pequeña sonrisa, genuina y teñida de ternura, apareció en sus labios. Y sintió su propio sonrojo intensificarse. Estaban allí, en medio de la noche de Ottawa, dos marginados con poderes extraños, ambos sonrojados por un simple beso en la mejilla que era mucho más que eso.

La misión los esperaba. El mundo los esperaba. Pero en ese instante, solo existían ellos dos y su conexión.

El momento pasó, la realidad regresó. Con un entendimiento y un vínculo recién forjado, volvieron a su alojamiento. El tono había cambiado. La intimidad, el afecto, ahora era parte de su dinámica.

Alistaron todo para partir mañana. Empacaron sus pocas pertenencias. Revisaron los detalles del plan para unirse al ejército canadiense y comenzar el movimiento hacia Alberta. La conversación era ahora una mezcla de estrategia de misión y la calidez recién descubierta entre ellos. Se movían como un dúo, un verdadero equipo en todos los sentidos de la palabra. La partida de Ottawa no sería solo el inicio de la siguiente fase logística; sería el inicio de su viaje juntos, con su relación sellada por una disculpa sincera, un beso inesperado y un sonrojo compartido.

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