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Chapter 172 - Capítulo 16: El Costo del Poder

La negociación forzada en el callejón había terminado. El Presidente, aunque un rehén, había aceptado una cooperación a regañadientes a cambio de una audiencia con Ryuusei. El ejército canadiense, una marea de mentes cautivas, permanecía inmóvil bajo el control mental de Kaira. La Red Desatada se extendía por las calles de Ottawa, una silenciosa demostración de poder psíquico. Pero mantenerla activa había cobrado un precio terrible. La sangre goteaba de la nariz de Kaira, sus ojos ardían con un brillo rojo exhausto, y la tensión visible en su cuerpo alcanzó su límite.

En el instante en que la última palabra de la negociación salió de los labios del Presidente, la fuerza que mantenía a Kaira en pie cedió. Su visión se volvió borrosa, los sonidos se distorsionaron. El control sobre la Red Desatada se mantuvo por un microsegundo más, una última orden mental de "mantenerse en espera", antes de que la oscuridad la envolviera. Kaira se desmayó, su cuerpo colapsando hacia adelante.

Bradley, que había estado observando con el corazón en un puño, reaccionó en un instante. Con la velocidad que lo definía, se movió, atrapando a Kaira antes de que golpeara el suelo ensangrentado del callejón.

—¡Kaira!—su voz era urgente, llena de pánico.

No había tiempo que perder. Con Kaira en sus brazos, aún sangrando por la nariz, Bradley lanzó una última mirada a los militares inmóviles, la extraña escena del callejón que dejaba atrás. Tenía que ponerla a salvo, a un lugar donde pudiera recuperarse discretamente. Un hospital era imposible. Un escondite cutre… no parecía adecuado para ella.

La respuesta vino a él con la misma velocidad con la que corría. La mejor seguridad era el anonimato y la comodidad de un entorno que nunca sospecharían. Usando su velocidad para pasar desapercibido, dejando atrás la Red Desatada y sus títeres inmóviles, Bradley se dirigió hacia el distrito hotelero de Ottawa.

Entrar y asegurar una suite en un hotel caro fue cuestión de segundos para él. Una ráfaga de velocidad, una puerta de servicio discreta, un ascensor a alta velocidad. Depositó a Kaira con cuidado en la cama grande y limpia de la suite de lujo. La sangre de su rostro contrastaba horriblemente con las sábanas blancas impolutas.

Limpió suavemente la sangre de su rostro y nariz, sintiendo la frialdad de su piel, la debilidad en su pulso (a pesar de su regeneración, el esfuerzo la había agotado). No sabía qué más hacer por ella físicamente, la curación de la Piedra se encargaría de eso. Solo podía asegurarse de que estuviera segura y tuviera un lugar para descansar.

La miró un largo rato. La mujer que podía controlar un ejército con su mente, que había negociado con un Presidente desde un callejón, que había sobrevivido a la decapitación. Era increíble. Y, recostada allí, pálida y agotada, también parecía extrañamente vulnerable. No se atrevió a acostarse en la cama a su lado. Había una línea, una extraña línea de respeto y... algo más, que no estaba dispuesto a cruzar.

En lugar de eso, se quitó los zapatos, dejó su mochila a un lado, y se sentó en el suelo, apoyándose contra la pared frente a la cama. Estaría despierto, vigilando. Pero el agotamiento del viaje, de la tensión, y de la reciente descarga de adrenalina se cobró su precio. Sin darse cuenta, los ojos de Bradley se cerraron, y se quedó dormido en el suelo, una figura fielmente postrada en guardia, "por respeto a ella".

Paso el tiempo. Varias horas. Fuera, el control de Kaira sobre el ejército podría haber vacilado o mantenido, dependiendo de sus últimas fuerzas conscientes. Dentro de la suite, el silencio era profundo.

Kaira despertó lentamente. La primera sensación fue la ausencia de dolor agudo y la incomodidad de la sangre seca. La segunda, la suavidad de las sábanas y el aroma neutro y limpio de una habitación de hotel cara. Abrió los ojos. La luz tenue de la mañana filtrándose por las cortinas pesadas. Reconoció el lugar.

Intentó sentarse, sintiendo la residual debilidad en su cuerpo. Su mente, libre del esfuerzo masivo, se sentía agotada, pero clara. Su mirada recorrió la habitación y se detuvo en la figura dormida en el suelo.

Bradley.

Estaba dormido, con la cabeza apoyada en la pared, sus brazos cruzados sobre el pecho. Verlo allí, durmiendo incómodamente en el suelo de una suite de lujo, después de todo lo que habían pasado, después de haberla llevado allí y asegurarla… una sensación inesperada floreció en el pecho de Kaira. Era… consideración. Respeto. Un tipo de lealtad silenciosa que no pedía nada a cambio.

Una oleada de calor subió por su cuello y se extendió por sus mejillas. Kaira se sonrojó un poco, una respuesta que la sorprendió tanto como el gesto de Bradley. Era una emoción genuina, una reacción a la simple bondad y el respeto inesperado en un mundo que a menudo carecía de ambos.

Se removió en la cama, el leve sonido despertó a Bradley. Sus ojos se abrieron instantáneamente, pasando de dormidos a alerta en un segundo. Se puso de pie, preocupado.

—¿Kaira? ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?—preguntó, acercándose a la cama.

Kaira asintió, tocándose la nariz. —Mejor. El… el costo ha pasado mayormente. Solo… agotada. Gracias, Bradley. Por… por traerme aquí. Y… —Miró brevemente el suelo donde él había dormido—. Por esto.

Bradley se encogió de hombros, una leve sonrisa apareciendo en su rostro. —No hay problema. Tenías que descansar. Y… no iba a dejarte sola.

Empezaron a hablar. No de la misión al principio. Hablaron de la extraña experiencia del viaje a supervelocidad, de la locura de la noche anterior, de la regeneración de Kaira (con Bradley expresando su asombro y preocupación de nuevo), de la audacia del Presidente. Había un nuevo nivel de comodidad y confianza en su diálogo. Se permitieron reír un poco de los absurdos de la situación ("El Presidente con la escopeta... ¿quién lo diría?"). Compartieron un raro momento de ligereza. Se divirtieron, genuinamente, encontrando un oasis de normalidad (su extraña normalidad) en medio de la tormenta que habían desatado. Este diálogo fortaleció su vínculo de una manera que la planificación o el peligro no habían logrado por sí solos. Eran un equipo, sí, pero también dos personas que se encontraban y se entendían.

Pero el respiro no podía durar para siempre. La misión, el plan de Snow, la ventana de tres meses… todo los esperaba. Kaira, sintiéndose revitalizada por el descanso y la conexión con Bradley, su mente estratégica volviendo al primer plano, sabía lo que tenía que hacer.

—Tenemos que volver al trabajo, Bradley—dijo, la ligereza abandonando su voz, reemplazada por la determinación habitual.

Bradley asintió, la sonrisa desapareció, volviendo al enfoque de la misión. —Lo que necesites, Kaira.

Se dirigieron de nuevo a donde tenían al Presidente (quizás lo habían llevado a un lugar seguro diferente después de la negociación). Kaira empezó a hablar con el Presidente de nuevo. Esta vez, no era una negociación sobre la cooperación básica; era la ejecución del siguiente paso logístico crucial.

—Presidente —dijo Kaira, sus ojos ya no rojos, pero con una intensidad renovada—. El siguiente paso. Debe ordenar el establecimiento de una base militar cerca del Bosque de Alberta.

El Presidente, ahora completamente consciente y todavía rehén, pero con el acuerdo forzado en pie, la miró con una mezcla de resentimiento y resignación estratégica. —Una base… allí. Eso… requerirá logística significativa. Justificación.

—Encontrará la forma—respondió Kaira con firmeza—. Utilice su influencia. Sus contactos. Mueva la maquinaria. Necesitamos un punto de reunión. Un lugar donde la Operación Kisaragi pueda consolidar los recursos que obtendremos de usted.

El diálogo continuó, enfocándose en los detalles de la orden: el tamaño de la base, el personal, el equipamiento que se enviaría primero, el cronograma. El Presidente, obligado por las circunstancias y el acuerdo, comenzó a dar los pasos necesarios para poner en marcha el establecimiento de una base militar canadiense cerca del hogar temporal de Operación Kisaragi.

Después de asegurarse de que el Presidente estaba haciendo lo necesario, Kaira y Bradley se retiraron de nuevo. Pasaron más tiempo juntos, no solo en planificación, sino simplemente estando en compañía del otro, consolidando el vínculo forjado. Discutieron cómo se organizarían, cómo mantendrían la influencia en la capital mientras la base se construía, cómo se comunicarían con Ryuusei. La relación entre ellos, nacida de la misión y el peligro, ahora tenía un cimiento más profundo, un entendimiento mutuo y una confianza que iba más allá de lo puramente profesional.

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