Cherreads

Chapter 166 - Capítulo 10: La Red Plateada

El sol de la mañana en las vastas llanuras canadienses se elevaba sobre el horizonte mientras Bradley aceleraba, el mundo una vez más reduciéndose a un borrón de colores bajo sus pies. Kaira, firmemente sostenida, sentía el viento arremolinándose a su alrededor, una fuerza constante contra su cuerpo. Habían cubierto una distancia monumental desde Alberta en el año 2019, cruzando Saskatchewan, y ahora la promesa de los lagos y bosques de Manitoba comenzaba a aparecer en el horizonte. El viaje era una prueba de resistencia física y mental, un ciclo de carrera vertiginosa y descansos necesarios.

Durante esos descansos, la incomodidad inicial entre ellos se había disipado, reemplazada por una creciente familiaridad. No era una amistad ruidosa, sino un entendimiento tranquilo, forjado en el silencio compartido de la supervelocidad y las conversaciones bajo cielos estrellados o amaneceres remotos.

Se detuvieron junto a la orilla de un lago cristalino, el aire quieto y con olor a agua dulce y pinos. Bradley se dejó caer sobre la hierba, estirando sus músculos doloridos. Kaira se sentó con más gracia, observando el agua.

—El paisaje cambia —comentó Kaira, su voz era baja, reflexiva.

—Sí —dijo Bradley, recuperando el aliento—. Cada provincia es un poco diferente. Me pregunto cómo será en Ontario.

—Más poblado —respondió Kaira—. Y nuestro objetivo está allí. El corazón del país. La Red Plateada será más densa.

Bradley la miró. —¿La Red Plateada? Te refieres a las mentes, ¿verdad? Cuando... cuando las sientes.

Kaira asintió, sus ojos parecían mirar más allá del lago, hacia la vasta red de pensamientos que se extendía por el país. —Sí. Cada mente es un punto en una red inmensa. En Nora, la red era difusa, esparcida. Aquí, se vuelve más... conectada. En la capital... será un nudo inmenso de información y... resistencia potencial.

—Suena complicado —murmuró Bradley.

—Lo es —dijo Kaira, pero no con preocupación, sino con un desafío analítico—. Requiere... fineza. No es solo forzar. Es redirigir, reorganizar. Encontrar los puntos de presión correctos.

Bradley reflexionó sobre eso por un momento. —¿Te da miedo? Controlar... a tanta gente. A un gobierno entero.

Kaira tardó en responder. Observó el lago, la superficie apenas rizada por una brisa suave. —El miedo es una respuesta química a la percepción de peligro —dijo, su voz sonaba casi académica—. Es... ineficiente. Lo que siento es... la complejidad de la tarea. La responsabilidad de manipular tantas voluntades. No por mí... sino por el plan de Ryuusei.

Bradley asintió lentamente. Había visto la ruthlessness de Ryuusei, la crudeza de sus métodos. Pero también había visto la determinación bajo todo eso. Y ahora, estaba viendo algo similar en Kaira: una mente lógica capaz de la frialdad, pero impulsada por una lealtad o un propósito que iba más allá de la simple crueldad.

—¿Y tú, Bradley? —preguntó Kaira de repente, girando su mirada analítica hacia él—. ¿Qué piensas de todo esto? ¿De la Operación? ¿De Ryuusei? ¿De mí... controlando un gobierno?

Bradley se encogió de hombros, estirando un brazo. —Es... mucho. Más de lo que esperaba cuando conocí a Ryuusei. Es brutal. Y... lo tuyo... controlar mentes... es aterrador, supongo. Pero...— Se detuvo, buscando las palabras correctas—. Confío en Ryuusei. Y... confío en ti, Kaira. Si Ryuusei piensa que esto es necesario... y si tú dices que puedes hacerlo... entonces supongo que es correcto. Es por... por nosotros. ¿Verdad? Por los marginados.

Kaira lo miró, sus ojos fijos en los suyos. Una pausa. Entonces, una ligera, casi imperceptible, suavidad apareció en la comisura de sus labios. —Sí, Bradley. Es por nosotros.

Ese fue un momento de conexión genuina, una validación silenciosa de la confianza mutua que estaba floreciendo entre ellos. Habían pasado de ser dos marginados con habilidades contrastantes a un dúo que empezaba a entender y confiar en el propósito compartido y en el otro.

Reanudaron el viaje, cubriendo distancias colosales. Cruzaron Manitoba, el paisaje tornándose más variado a medida que se adentraban en Ontario. El viaje se hizo más desafiante. Tuvieron que ser más cuidadosos, evitar ciudades y pueblos más grandes, navegar por áreas más desarrolladas. Hubo un momento en que casi son detectados cerca de una base militar remota; Bradley usó su velocidad para sacarlos de peligro en un instante, mientras Kaira usaba su telepatía para sembrar una breve confusión en las mentes de un par de guardias que los vieron. Un trabajo en equipo que funcionó perfectamente, basado en una confianza silenciosa.

A medida que se acercaban a Ottawa, la tensión aumentó. La Red Plateada, la red de mentes conscientes, se hizo más densa, más compleja. Podían sentir la proximidad de una gran población.

Finalmente, llegó el momento. Bajo el manto de la noche, con la discreción que solo la supervelocidad y la telepatía combinadas podían ofrecer, Bradley y Kaira llegaron a las afueras de Ottawa. El viaje a través de casi medio país había terminado.

Bradley redujo la velocidad, deteniéndose en un parque arbolado en las afueras de la ciudad. La vista de las luces distantes de la capital era la confirmación de su éxito en llegar. Bradley estaba agotado, pero había cumplido su parte. Kaira estaba concentrada, sus ojos analizando la ciudad que se extendía ante ellos.

—Ottawa —dijo Bradley, su voz era apenas un susurro.

Kaira asintió, su mirada ya penetrando la distancia, sintiendo la vasta red de mentes que formaban la capital. La Red Plateada aquí era inmensa, un océano de pensamientos, miedos, esperanzas y rutinas. Y en el centro de esa red... el corazón del poder.

—Sí, Bradley —dijo Kaira, una chispa de intensidad en sus ojos—. Hemos llegado. Ahora... el trabajo de verdad comienza.

Levantó una mano, concentrándose. Extendió su conciencia, tocando las mentes más cercanas, las mentes de los habitantes de la capital. No para controlarlas, aún no, sino para sentirlas, para mapear la red, para encontrar los hilos que la llevarían al centro.

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