La promesa de Gwen de encontrar una cura para Peter no fue una mera declaración de apoyo; fue una misión científica que abordó con la misma pasión e intelecto que dedicaba a sus propios estudios. El laboratorio del sótano se transformó en un improvisado centro de investigación biomédica. Mientras Peter lidiaba con la persistente fatiga y los caprichos de su sentido arácnido, Gwen se sumergía en el complejo mundo de las neurotoxinas, la bioquímica avanzada y la nanotecnología médica.
Gwen pasaba horas incontables frente al microscopio, analizando muestras de sangre de Peter, mapeando las interacciones moleculares de la toxina en su sistema. Se comunicaba encriptadamente con viejos colegas y profesores, planteando escenarios hipotéticos sobre "nuevas enfermedades" o "reacciones metabólicas inusuales" para obtener información sin revelar la verdadera naturaleza de su investigación.
"La toxina está causando una especie de 'cristalización' a nivel neuronal, Peter," explicó Gwen una tarde, señalando intrincados gráficos en una pantalla. "No está destruyendo las células, sino que está interfiriendo con la transmisión de señales, como si creara una barrera. Y tu metabolismo la está intentando encapsular, pero ese proceso está sobrecargando tu sistema, causando la fatiga y el error en tu sentido arácnido."
Su hipótesis principal era desarrollar un nanobots autolimitantes capaces de identificar y desmantelar estas "estructuras cristalizadas" sin dañar las neuronas circundantes, y al mismo tiempo, crear una especie de "desintoxicante metabólico" que ayudara al cuerpo de Peter a eliminar los residuos de forma segura. Era un desafío monumental, en la frontera de la ciencia médica.
Peter, aunque debilitado, se sentía inmensamente agradecido. Ver a Gwen trabajar con tal dedicación, su mente brillante enfocada en su bienestar, era una de las pruebas más profundas de su amor. Él, a su vez, contribuía con su conocimiento en ingeniería y mecánica para desarrollar los sistemas de administración de estos nanobots, creando prototipos de micro-inyectores y un sistema de monitoreo en tiempo real para rastrear su progreso.
Mientras Gwen se adentraba en la alquimia de la esperanza, la ciudad de Nueva York no se detenía. La ausencia de un Spider-Man al cien por cien no pasó desapercibida para ciertos elementos. Y así, una nueva amenaza emergió, una que no era de carne y hueso, sino de acero y circuitos: el Maestro de las Máquinas.
Los primeros indicios fueron una serie de robos coordinados y sorprendentemente precisos, ejecutados por drones autónomos y robots humanoides avanzados. No eran toscos, sino ágiles, silenciosos y con una inteligencia artificial alarmante. El Capitán Stacy estaba perplejo; las cámaras de seguridad solo mostraban máquinas, sin operador visible.
El sentido arácnido de Peter, aún errático, apenas le dio una punzada cuando las noticias de un ataque a una empresa de tecnología militar en el centro de la ciudad llegaron a su radar. No era el zumbido abrumador y claro de antes; era un murmullo inconsistente, intermitente, como una señal de radio con interferencias.
"¡Peter, la empresa de seguridad Cygnus ha sido atacada!" exclamó Gwen desde la mesa de su laboratorio, sus ojos pegados a los monitores. "Están reportando que han perdido el control de sus propios prototipos de drones de seguridad. ¡Parece que están siendo reprogramados y usados para el robo!"
Peter se levantó con un esfuerzo, la fatiga pesando en sus hombros. "Necesito ir. No puedo dejar que esos robots roben tecnología militar sensible. Podría ser catastrófico."
Gwen se giró hacia él, su rostro lleno de preocupación. "Pero Peter, tu sentido arácnido aún no está funcionando al cien por cien. Tus reflejos están un poco lentos. ¿Y si te encuentras con un escuadrón de esos robots?"
"No tengo elección, Gwen," respondió Peter, comenzando a vestirse con su traje. "La ciudad me necesita. Pero... te necesito a ti más que nunca. Necesito tus ojos, tu mente. Tu lectura de los sistemas de esos robots. Sin mi sentido arácnido fiable, eres mi mejor defensa."
Gwen asintió, su determinación brillando a través de su preocupación. Agarró su tableta y un par de auriculares. "De acuerdo. Conéctate a mi canal seguro. Voy a escanear las firmas energéticas de esos robots en cuanto te acerques. Y voy a intentar encontrar una debilidad en su programación. Eres los músculos, pero yo soy el cerebro, esta vez más que nunca."
Peter le dedicó una sonrisa débil. "Siempre has sido el cerebro, Gwen."
Mientras se balanceaba hacia el bullicioso centro de la ciudad, Peter sintió la incerteza. Su cuerpo no estaba en su mejor momento, y su sentido más vital estaba comprometido. Pero con Gwen en su oído, su intelecto combinado era su arma más potente. La confianza en ella era absoluta, y esta misión sería la prueba definitiva de su colaboración.