La felicidad de Peter con Gwen era un bálsamo para su alma, pero la sombra de su vida secreta siempre acechaba. La ciudad de Nueva York, con su incesante pulso de crimen y ambición, no tardaría en poner a prueba la frágil burbuja de su nueva relación. Y esa prueba llegó en la forma de un depredador brutal y despiadado: Hammerhead.
Hammerhead, un jefe de la mafia con una placa de acero en la cabeza y una obsesión por las viejas costumbres de los gánsteres, no era un científico trastornado ni un ilusionista. Era una fuerza bruta, un estratega criminal con una red de secuaces leales. Su objetivo: eliminar la competencia y consolidar su poder en el inframundo de Nueva York. Y Spider-Man se había convertido en una molestia.
Los primeros signos de su presencia fueron un aumento en la violencia de las guerras de bandas y reportes de desapariciones de pequeños criminales. Hammerhead no buscaba atención, solo control. Pero su brutalidad llamó la atención de Peter.
Una noche, mientras Peter y Gwen disfrutaban de una cena tranquila en un pequeño restaurante italiano, el sentido arácnido de Peter explotó. No era el zumbido habitual de un atraco menor; era una alarma ensordecedora, cargada de una sensación de peligro inminente y personal. Miró por la ventana, y vio una furgoneta negra sin distintivos deteniéndose bruscamente al otro lado de la calle. Hombres armados, con trajes oscuros, salían del vehículo.
"Peter, ¿estás bien?" preguntó Gwen, notando su rigidez. "Parece que has visto un fantasma."
"No... no es nada," mintió Peter, intentando sonar casual, mientras su mente corría a toda velocidad. Los hombres armados no se dirigían al restaurante. Apuntaban a un edificio de apartamentos cercano, uno donde sabía que el Capitán Stacy visitaba a su hija. ¡Gwen!
El pánico se apoderó de Peter. Hammerhead no atacaba al azar; era metódico. ¿Había descubierto la conexión entre Gwen y el Capitán Stacy? ¿Era Gwen el objetivo, o solo un medio para llegar a su padre?
"Gwen, lo siento, pero tengo que irme," dijo Peter, levantándose abruptamente de la mesa. "Hay... hay una emergencia en el laboratorio. Muy urgente."
Gwen frunció el ceño, una mezcla de confusión y preocupación en su rostro. "Peter, ¿qué pasa? Estás pálido. Y no, no hay ninguna emergencia en el laboratorio, acabamos de hablar de eso." Su mente aguda ya estaba atando cabos sueltos.
Peter sabía que no podía perder el tiempo con excusas. La vida de Gwen estaba en juego. "Confía en mí, Gwen. Te lo explicaré después. Solo... vete a casa. Ahora." Su tono, normalmente calmado, era urgente, casi desesperado.
Antes de que Gwen pudiera replicar, Peter ya había salido corriendo del restaurante, su mente solo en una cosa: protegerla.
Se deslizó por un callejón, su traje ya a medio vestir bajo la ropa. Se transformó en Spider-Man en segundos, la adrenalina corriendo por sus venas. Se balanceó hacia el edificio de apartamentos, su sentido arácnido gritándole la ubicación de Gwen. Los hombres de Hammerhead ya estaban subiendo por las escaleras de incendios.
Peter los interceptó, un torbellino de puños y telarañas. No era el combate táctico habitual; era una furia controlada, impulsada por el miedo a que algo le pasara a Gwen. Desarmó a los matones con una eficiencia brutal, inmovilizándolos con ráfagas de telaraña antes de que pudieran disparar.
Mientras se ocupaba del último secuaz, escuchó un grito. Venía del apartamento. ¡Gwen!