La voz al teléfono era inconfundible, aunque el acento ruso le dio un matiz de teatralidad a la que Michael no estaba acostumbrado en Steve Haines. Era Steve Haines, el corrupto agente del FIB que, en el guion original, se convertiría en su tormento. Pero este Haines sonaba diferente, más imponente, con una brutalidad subyacente que recordaba más a Dimitri Rascalov que al agente con aires de superhéroe. Michael sintió la picazón de la incongruencia, la realidad del juego desviándose de sus recuerdos. "Aquí vamos de nuevo", pensó.
Michael se dirigió al club de striptease esa noche, dejando a Trevor en la mansión con una vaga excusa. No quería que Trevor estuviera cerca de Haines. Esta era una negociación delicada, no un baño de sangre. Se sentó en un reservado oscuro, el estruendo de la música y las luces de neón creando una atmósfera surrealista.
Haines apareció, su rostro inexpresivo, pero sus ojos, afilados y fríos, analizaban a Michael. No vino solo. Un par de imponentes gorilas, vestidos de civil, se apostaron discretamente en la entrada del reservado.
"Michael De Santa", dijo Haines, con un tono que mezclaba desprecio y curiosidad. "O debería decir, el hombre que resucitó de la tumba para jugar a ser un 'respetable' hombre de negocios. Me sorprende verte aquí."
"La vida da muchas vueltas, Haines", replicó Michael, con una sonrisa forzada. "Pero estoy aquí porque tú me llamaste. Y cuando el FIB llama, no es precisamente para una copa. ¿De qué se trata?"
Haines se inclinó, su voz bajando a un susurro. "El robo del convoy. El arma secreta. Eso fue... torpe. Muy torpe. Tus amigos de los O'Neil se han vuelto demasiado ambiciosos. Y están siendo dirigidos por fuerzas que no entienden. Fuerzas que nos ponen en peligro a todos."
Michael contuvo una mueca. "Los O'Neil tuvieron una lección. Parece que no la aprendieron. Y no son mis amigos."
"No lo dudo", dijo Haines, su mirada glacial. "Pero sus nuevas asociaciones, sus nuevos métodos… apuntan a una escalada. Y el hecho de que hayan adquirido esa tecnología militar es una amenaza directa para nuestra... estabilidad."
"¿Y qué tiene que ver esto conmigo?", preguntó Michael. "No estoy en ese juego."
Haines se recostó, una sonrisa astuta en sus labios. "Tienes a Trevor. Y tienes a Franklin. Y tienes una reputación. Necesito que averigües quién está detrás de los O'Neil. Quién los está armando, quién los está dirigiendo. Y necesito que recuperes el arma secreta. Esto es un asunto de seguridad nacional, Michael. Y si no cooperas, el acuerdo que tienes con Dave Norton… se esfumará."
Michael lo miró fijamente. Era un ultimátum. Haines estaba explotando su vulnerable posición para arrastrarlo a una guerra de poder mucho más grande.
"¿Y cuál es mi incentivo, Haines?", preguntó Michael. "Además de evitar que me jodan la vida, claro."
"Tu incentivo es que mantendré a tu pequeña familia fuera de cualquier investigación", dijo Haines, la amenaza apenas velada. "Y te garantizo que la FIB no vendrá a por tu... 'negocio de transporte' o tu 'startup'. Pero si fracasas, o si me juegas, Michael… te juro que desenterraré cada maldito esqueleto de tu pasado y los usaré para destruir todo lo que has construido. Tu vida falsa, tu familia, tus 'negocios'. Todo."
Michael apretó los dientes. Era el mismo juego de siempre, solo que con apuestas más altas. La "protección" del FIB siempre venía con un precio.
"Necesito saber más", dijo Michael. "Nombres. Ubicaciones. Por qué les interesa esa arma. No voy a ciegas contra lo que sea que los O'Neil estén manejando ahora."
Haines asintió, sacando un pequeño USB. "Aquí tienes un expediente. No es mucho, pero te dará un punto de partida. Hay rumores de un grupo paramilitar, de Europa del Este. Quieren el arma para revenderla en el mercado negro. Los O'Neil son solo sus peones."
Michael tomó el USB. El juego se había vuelto global.
"Una cosa más", dijo Haines, su voz volviéndose más severa. "Hemos oído rumores de tu... relación con Trevor Philips. Él es una variable inestable. Necesito que lo contengas. Si se vuelve un problema, lo haremos desaparecer. ¿Entendido?"
Michael asintió. "Entendido. No te preocupes por Trevor. Lo tengo controlado." Una mentira piadosa, pero necesaria.
Salió del club, el aire frío de la noche pareciendo un alivio. Había aceptado la misión. Había hecho un pacto con el diablo, o al menos, con su versión en Los Santos. El robo del arma era una operación peligrosa que lo expondría a un nuevo nivel de enemigos.
De vuelta en la mansión, Trevor lo esperaba en el salón, con una botella de whisky y una expresión de aburrimiento.
"¿Y bien, Michael? ¿El gran hombre del FIB te dio un nuevo disfraz de payaso?", se burló Trevor.
Michael se sentó frente a él, la expresión seria. "Tenemos un nuevo problema, Trevor. Y un nuevo objetivo. Los O'Neil están de vuelta. Y se han metido con gente muy, muy peligrosa. Han robado un arma. Un arma grande."
Trevor se enderezó, sus ojos brillando con una chispa de interés. "¿Arma grande? ¿Así que vamos a volar cosas por los aires?"
"No precisamente. Primero, vamos a averiguar quién está detrás de ellos. Y luego, vamos a recuperarla. Para el FIB. Y esto, Trevor, no es un juego. Esto es serio. Si fallamos, no solo nos iremos a la cárcel. Nos iremos a un agujero muy, muy profundo. Y eso incluye a mi familia."
Trevor lo miró, y por primera vez en mucho tiempo, vio algo más que locura en sus ojos: una comprensión de la seriedad de la situación. La amenaza a la "familia" de Michael, por retorcida que fuera su propia relación con ella, parecía resonar.
"¿Así que necesitamos al empollón?", preguntó Trevor, un gruñido.
"Necesitamos a Lester más que nunca", asintió Michael. "Y necesito que los dos, tú y Franklin, estén en su mejor momento. Esto va a ser difícil. Y no hay margen de error."