Cherreads

Chapter 1 - Capítulo 1: El sol negro

¡¡Swishss!! un hombre estaba cortando con su machete los cultivos que había sembrado durante la primavera. El sudor y la suciedad de la tierra se vertía por su arrugada piel. El hombre había trabajado en su campo desde que tenía memoria. Cuando esta tierra era de su padre, cuando aún su piel era lisa, y sus manos no estaban llenas de callos. Una vida en donde el olor más antiguo que podía recordar era el de excremento de cabras, y tierra mojada.

¡¡Chack!! el Hombre cortó el ultimo pedazo que le quedaba por reunir de su huerto de uvas, tiró este último a la cesta que cargaba su perro como un collar. Sacudió su camisa de manga corta de color gris, para ventilar un poco su cuerpo del calor. Observó la cantidad de sudor que transpiraba y agarró el pañuelo que tenía atado en su cuello, para limpiarse el sudor de la cara y el cuerpo. Cuando terminó, procedió a frotarse con ese mismo pañuelo su calva sudada. Donde antes había una cabellera frondosa, con el paso de los años culminó en una calvicie agresiva, en la que ni un solo pelo se asomó nunca más.

Aquel Hombre no necesitaba cosechar por sí mismo, tiene el oro necesario para no tener que trabajar nunca, y si quisiera, haría que uno de sus empleados hiciera el trabajo que está haciendo en estos momentos. Sin embargo, estos momentos en el campo le parecen catárticos, y llenos de vida, le servía como medicina para quitar el aburrimiento.

 

 —Parece que eso es todo por hoy Benny, el sol se está por poner asi que deberíamos regresar cuanto antes —Dijo el hombre de mediana edad, mientras acariciaba a su perro por su buen trabajo.

Su fiel compañero siempre le ayudaba en las labores del campo y hoy no era la excepción.

Habiendo cumplido con su tarea, el hombre de mediana edad caminó junto a su perro, hacia la cabaña de trabajo, en vez de su lujosa hacienda, ya que, en su mente, nunca le ha gustado la vida de lujos, por lo que prefiere vivir y dormir en espacios que el considera lo justo y necesario para una vida digna.

 —¡Mcclein! —antes de poder entrar en su cabaña, una voz de un hombre lo llamó.

—Roger… ¿Cuántas veces tengo que decir que no iré a la boda de Ana? —Dijo Mcclein arqueando los ojos hacia arriba con claro malestar, no tenía siquiera que voltear para ver de quien se trataba—. Porque no agarras un poco de vino del viñedo y le dices a esa mujer que el Viejo Mcclein le desea una prospera vida. Para luego dejarme en paz ya de una maldita vez. Terminó Mcclein, un tanto harto de la situación.

El perro bostezó con claros signos de agotamiento, se adelantó a la cabaña para dejar el cesto con los cultivos e irse a tomar una siesta.

 —Por favor Mcclein, criaste a Ana como si fuera tu hija cuando sus padres murieron. Faltan tres días para la boda, deberías de por lo menos estar ahí en una ocasión tan importante — dijo Roger, mientras trataba de cerrar bien sus pantalones, pero su barriga le impedía terminar dicha tarea.

Roger era un hombre robusto, acababa de salir de su trabajo como carnicero, prueba de ello es que aún tenía su gorro sanitario que cubría su melena castaña.

—Se que Fausto no le parece que sea un buen hombre para Ana, pero aún asi… —Antes de que Roger pudiera decir algo más Mcclein lo interrumpió con un chasquido de boca y voltio su cuerpo hacia su dirección, para mirar directamente a Roger

 —Ese vividor no se merece siquiera que lo llamen hombre, ¡es una sanguijuela! —continuó Mcclein estallando en ira—. ¡Un parasito bueno para nada incapaz de agarrar una pala y sacar adelante una familia! ¡Una persona asi solo se le puede llamar de esa manera Roger! ¡Estamos en verano y lo único que hace ese bueno para nada es quedarse en la casa de mi hija sin ningún plan para pasar el invierno! —Terminó Mcclein, con venas apareciendo en su cuello, como si estuvieran a punto de estallar.

Había empezado el día con buen pie, pero toda cosa relacionada con su futuro yerno, lo sacaba de sus casillas.

El silencio invadió el ambiente durante un buen rato, ambos hombres parecían no dejar su brazo a torcer.

Roger era el mejor amigo de Ana, la conocía desde que eran niños, y ver que su padre adoptivo no quería ir a la boda de tan preciada amiga le partía el corazón. Por lo que, sin esperanza, decidió romper el silencio y tratar de convencerlo de otra manera.

 —Mcclein, escúcheme, tiene todo el derecho de estar molesto por la decisión de su hija. De casarse con alguien que no tiene la capacidad de cuidarla, y créame estoy con usted en esto. Pero creo que… —Antes de que pudiera terminar de hablar, por el rabillo del ojo se percató de algo en la lejanía, una persona se estaba acercando a ellos.

 — ¿Mmmh? —Reaccionó Mcclein al abrupto fin de la conversación con Roger, solo para segundos despues, dirigir su mirada hacia lo que estaba viendo el amigo de su hija.

Un hombre encapuchado, vistiendo una armadura pesada de cuerpo completo, con un color negro ébano y acabados dorados se estaba acercando a ellos.

<> Pensó Mcclein para sus adentros. Extrañamente a ninguno de los dos le preocupaba la ominosa apariencia de aquel hombre, si no el hecho de que alguien desconocido estuviera lejos del pueblo. En una colina separada de la civilización. Roger sin dudarlo se acercó a paso rápido al desconocido con una sonrisa.

 —Hola, ¿que lo trae a la hacienda Mcclein buen señor? — continuó Roger con una calidez entrañable y educada—. Si viene a comprar vinos, me temo que no es el mejor de los momentos jeje, problemas familiares y eso, ya sabe.

El hombre encapuchado no emitió respuesta alguna durante un rato, se limitó a lanzar miradas dirigidas a Mcclein, al Huerto, Y a Roger durante unos segundos hasta por fin responder.

 —Vine a entregar un regalo —Dijo el encapuchado con voz inexpresiva.

 —¿Un regalo? — intervino Mcclein uniéndose a la conversación algo extrañado.

El encapuchado asintió con la cabeza. Saco de su capa como si de un truco de magia se tratara, una botella de licor morada, en el cuello de la botella se encontraba un adorno de unas alas blancas con una trompeta dorada en el centro, y la etiqueta de la botella el nombre de “Trono Celestial” Grabado.

 —E-eso es…— Roger no pudo evitar exhalar de la sorpresa a ver lo que el encapuchado tenía en sus manos, Había escuchado historias, canciones y visto dibujos, pero nunca había visto ese licor jamás en persona.

 —Trono Celestial— Dijo Mcclein, después de recordar que tenía que respirar.

Ambos hombres voltearon a mirar al encapuchado con mirada de sorpresa y consternación. Antes de que pudieran articular una palabra, el encapuchado habló.

 —Tengo esta botella de licor desde hace ya bastante tiempo. Sin embargo, no tengo a nadie con quien compartir un último trago. Asi que decidí, que a quien estuviera más cerca de mí antes de que “eso” llegue, bebería este licor conmigo—Dijo el encapuchado sin emoción alguna aparente.

Ante tales palabras, los dos hombres se regocijaron en sus adentros, Trono celestial era un licor que solo la familia imperial y personas importantes en todo Argos tenían la oportunidad de beber, una persona o civil común nunca podría poner sus manos en algo tan valioso aun cuando tuviera el oro necesario.

 —¡Haz la mesa Roger! —El mal humor que tenía por la conversación con Roger, acerca de la boda, parecía haberse esfumado tras semejante regalo—. Y trae de mi hacienda las más finas copas que encuentres, no hagas esperar tanto al buen señor. ¿Entendido?

Roger asintió rápidamente y se fue de camino a la hacienda, para hacer precisamente lo que Mcclein había dicho.

Mientras Roger llegaba, Mcclein trató de sacar temas de conversación, pero siempre cuando pensaba en algún tema, lo descartaba, por no ser lo suficientemente interesante o ser demasiado invasivo. No quería incomodar a la persona que tenía en su posesión el Trono celestial, asi que, decidió solamente esperar a que Roger trajera las copas, junto con el mantel de la hacienda para preparar la mesa.

Después de cinco minutos, Roger volvió con las copas más finas que tenía la hacienda, al igual que el mantel. Hizo la mesa, y puso las copas en su sitio. Despues de Terminar con la mesa, fue con pasó rápido a prender las lámparas de todo el lugar. Prendió el generador de vapor de la hacienda y dio energía a todo el recinto.

Volviendo a la mesa y finalmente quitándose el gorro por el calor, abrió el Licor tan ansiado de las leyendas. El aroma del licor casi hace que Roger pierda la cabeza en ese instante, el olor exquisito, con múltiples capas de profundidad, era inigualable. Los estímulos que estaba sintiendo en ese momento, eran totalmente desconocidos para él, los cuales estaban entrando en contacto con su nariz con una textura aterciopelada. le era imposible figurar de que estaba hecho este licor, pero era algo que se esperaba, despues de escuchar tantas historias y mitos acerca de esta bebida. La experiencia que estaba teniendo era algo que solo un Licor tan exclusivo como el trono celestial podría llegar a lograr. Vertió el licor en las copas, un líquido con un hermoso y tenue color ámbar salio de la botella, cuando termino de verter el licor, lo cerro cuidadosamente, no queriendo mancillar la santidad de la botella.

 —Todo listo— Dijo Roger—. No hay nada mejor que ponerse a beber al aire libre en el campo, con un licor de tan alta calidad. Terminó Roger con una carcajada y agarrándose la barriga.

 Todos en la mesa agarraron su respectiva copa, Mcclein y Roger contemplaron el color y la pureza por unos segundos, al igual que su olor, antes de dar un trago.

—Bueno, hora de la verdad… ¡Salud! — Dijo Mcclein con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Salud! — Se le unió Roger felizmente.

El encapuchado alzo su copa en una señal de unirse al brindis y todos tomaron un trago al unísono.

El sabor era de otro mundo, tanto Roger como Mcclein no podían creer lo que su paladar estaba degustando, una explosión de sabores estaba sucediendo en su boca, sin embargo, la delicia del licor era tal, que su cerebro no podía asociar un adjetivo acorde a lo que estaban experimentando.

—Joder, Si tuviera que elegir entre el sexo y este licor, ¡Elegiría el licor sin rechistar! —Dijo Roger soltando una carcajada.

—Es simplemente increíble, ahora entiendo porque Los Cosmo toman esto hasta para desayunar— Dijo Mcclein con una sonrisa de satisfacción—. El emperador Ismael debe de estar de buen humor todos los días, si tiene la posibilidad de beber semejante licor. Honestamente, estar en la Aguja escarlata en Engelweave mirando a la ciudad, desde lo más alto del cielo celeste, mientras bebes el Trono celestial, debe ser una experiencia que solo su santidad imperial y su familia es capaz de experimentar.

El encapuchado termino su copa de dos tragos, a pesar de que no podía distinguirse que expresión facial tenía el hombre, su expresión corporal aligerada despues de beber el licor, mostraba un gran alivio por el sabor de este mismo.

El ambiente era bastante ameno asi que Roger y Mcclein empezaron hablar de sus planes, intereses, y Metas. Olvidando por completo su discusión de hace minutos y hablando con total normalidad. Roger quería meter a la conversación al encapuchado asi que su mirada se posó en él y con tranquilidad empezó a sacarle conversación.

 —Asi que Buen señor, Cuéntennos un poco acerca de usted, Su nombre, De donde viene, a que se dedica… ¡Auch! — Roger se vio interrumpido cuando Mcclein le dio una patada en el pie —. No dije nada malo Mcclein, solo tenía curiosidad, ya sabes, hacer que el Buen señor se una a nuestra conversación. Además, no puedo ignorar que en ningún momento se presentó y eso también nos incluye a nosotros, asi que…

Mcclein se limitó a mirarlo con una cara de furia. Mcclein había trazado en su cabeza, que el Buen señor, quería mantener su identidad como un secreto, por eso, bajo su punto de vista, no se presentó ni quiso saber quiénes eran ellos tampoco. Así que estaba a punto de regañar a Roger como padre a punto de disciplinar a su hijo maleducado, cuando el hombre encapuchado soltó una ligera carcajada.

 —Donde estan mis modales, siento mucho la incomodidad que pude causar al no presentarme, tenía tantas cosas en mi cabeza que se me olvido una cosa tan básica— Dijo el encapuchado con su voz inexpresiva y seca de siempre—. Mi Nombre es Kindred, Soy dueño de una juguetería en Engelweave, en el distrito de la Caridad para ser más exacto. Me encontraba vagando por las afueras de la ciudad hasta que me di cuenta que “Me quedé sin tiempo”, y decidí compartir con alguien el Licor Trono celestial.

Los dos hombres del campo se quedaron aliviados al no incomodar al buen señor Kindred, al fin podían entender un poco los acontecimientos que los dirigió a su situación actual.

 << ¿Pero a que se refiere con quedarse sin tiempo? Hace unos minutos también mencionó la llegada de algo, la forma en como lo dijo es lo desconcertante. Estará hablando metafóricamente o…>> Pensó Mcclein, perdido en sus pensamientos acerca de las cripticas palabras de Kindred

 

—Mucho Gusto Sr.Kindred, Yo soy Roger Dust, Trabajo en una carnicería en el pueblo de Arista, justo bajando la colina de la hacienda, a unos tres kilómetros al norte. Y el viejo cascarrabias que me acompaña es El Sr. Edward Mcclein dueño de toda esta hacienda— Dijo Roger mientras daba pequeños golpecitos en la espalda de Mcclein con su palma—. Pero señor Kindred ¿a qué se refiere exactamente con que se quedó sin tiempo? ¿se refiere a que no iba a poder llegar a la capital antes de que oscurezca?

Mcclein también se estaba preguntando lo mismo, pero no era lo suficientemente denso como para preguntarle eso. Sin embargo, Roger no tenía sentido de la vergüenza y no sabía leer el ambiente.

Kindred negó con la cabeza las preguntas de Roger. Despues, se reposiciono en la delgada silla de madera en donde estaba sentado y agarro la botella del trono celestial. Vertió el valioso licor en la copa, para acto seguido mover ligeramente en círculos esta misma con un movimiento delicado. Voltio a ver a su copa, mirando el líquido ambar reflejar su imagen. En dicho reflejo se podía apreciar un hombre encapuchado cuyo rostro no existía, un vacío inconmensurable, un abismo sin fin en lugar de cara. Redirigió su mirada de nuevo a los dos hombres sentados en frente de la mesa y dijo:

—Será mejor que ustedes mismos lo vean—Infirió Kindred mientras quitaba su mirada de los dos hombres y la redirigía a la puesta del sol, en los atisbos de luz que aún quedaban por ocultarse.

“¡Woof, Woof, Woof!” Benny Salió disparado de la cabaña, ladrando a todo pulmón, como si su vida dependiese de ello, ladraba al cielo sin cesar, a la misma dirección en donde Kindred estaba mirando.

 —Benny que ocurre, que pasa amig- —Antes de Mcclein pudiera decir más el cielo se llenó de parvadas de distintas aves. se podían contar por centenares, iban volando tan rápido que las aves chocaban entre sí y caían en el suelo—. Que carajos es esto. Un Mcclein muy asustado exclamó

Cada vez más aves iban chocando, muriendo en el proceso o quedando muy mal heridas. Lo que antes eran unas pocas, se convirtieron en docenas, lo que antes eran docenas, se convirtieron en centenares, y asi exponencialmente poco a poco.

 —Santísima Mierda, pero qué demonios está pasando, No me jodas que esto es obra de un Proxy. Mcclein, ¡hay que irnos de aquí cuanto antes! —Gritó Eufóricamente Roger, Presintiendo que sea lo que estuviera pasando, Indudablemente tenía que ser obra del poder de un Proxy.

 —No es la habilidad de un Proxy la que está provocando esto—Replicó Kindred, sin inmutarse con lo que estaba pasando a su alrededor. — Es algo mucho peor, una fuerza muchísimo mayor que el poder de la fuente astral a la que los proxys pueden acceder es capaz de realizar. Es inútil huir puesto que esto está pasando en todo Argos. —Soltó el misterioso hombre con una seguridad alarmante— También les adelanto que, si piensan que encerrarse en la cabaña es una buena idea, habiendo dicho lo anterior, retiren ese pensamiento, no vale la pena esfuerzos banales como esos, estar en un lugar cerrado en un momento como este puede llegar a ser… Perjudicial.

Justo cuando Kindred dejó de hablar, los pocos atisbos de luz que quedaban empezaron a parpadear, el brillo anaranjado poco a poco empezaba a sufrir una transformación. En lugar de un tono anaranjado, empezó a tomar un color carmesí oscuro. El color se iba haciendo cada vez más vivido hasta que de pronto la noche oscureció por completo los cielos.

En un instante, temblores empezaron a azotar la tierra. La hacienda de Mcclein empezó poco a poco a derrumbarse por la intensidad de estos. La fuerza de los temblores iba incrementando conforme el pasar del tiempo. La mesa en la que brindaron había sido destruida por completo. El piso empezó a agrietarse, la Tierra, se comenzó a desprender como si fuera una carne cocinada al punto. Y un chillido desconocido de alivio empezó a inundar el ambiente.

Como si el chillido hubiera sido un detonante. El cielo comenzó a desquebrajarse como si estuviera hecho de cristal, y los gritos de personas empezaron a escucharse aun cuando estaban algo lejos del poblado de Arista.

 —Adam quebrantador del destino por favor dame tu fuerza y valentía para afrontar la adversidad frente a mí, Dame la perseverancia necesaria para soportar el conflicto, y líbrame de las cadenas del destino — Murmuró Roger en pánico tras presenciar el escenario que se desenvolvía ante sus ojos.

Kindred no pudo evitar fijarse en tal oración. Si tuviera rostro estaría con una sonrisa sarcástica<> Rio para sus adentros.

Tiempo pasó y el silencio reino por unos segundos, parecía que la calma había vuelto a Argos.

 —¿Se terminó todo? —Exclamó Mcclein con miedo—. Bien, Roger ayúdame a llegar a casa de Ana, tengo que saber si esta- de repente en el momento que iba a terminar de hablar, un estruendo de naturaleza siniestra los paralizó por completo.

Una oscuridad total empañó la tierra. Nadie podía ver absolutamente nada, la luna no estaba, el cielo estaba vacío, parecía que toda fuente de luz se había extinguido por completo. el generador de vapor había sido destruido por los temblores, no había forma de ver.

 —Mierda ahora que, no puedo ver ni mi propia barriga, o la calva del señor Mcclein— Dijo Roger tratando de aligerar un poco la tensión de los acontecimientos, con un par de bromas.

Se hizo el absoluto silencio. Mcclein seguía abrazando a su fiel amigo Benny, que estaba asustado al igual que él. Pasaron los minutos. Tanto Mcclein como Roger intentaban sacar respuestas a Kindred, sin embargo, sus intentos fueron en vano, puesto que Kindred no respondía sin importar si era amenazado verbalmente por Roger o se le suplicaba de forma totalmente sumisa, el resultado era el mismo.

 

Luz. Despues de un tiempo la Luz empezó a salir, <<¡El sol!>> Pensaron Mcclein y Roger con alegría, aunque extrañados puesto que solo pasaron minutos, como para que el sol volviera a salir y sea de mañana. Tanto Mcclein como Roger no pensaban racionalmente. No les podría importar menos cuando saliera el sol o cuando no. Recibieron con regocijo la salida del sol, en la oscuridad absoluta en la que estaban sumergidos. Pero este sol era distinto, El cielo se ilumino de un color carmesí en lugar del típico azul celeste, y el sol que se alzó era uno de color totalmente negro y ominoso con una corona de fuego rojo a su alrededor.

 —¿Un sol negro? — Preguntó Mcclein consternado—. ¿Qué demonios está ocurriendo Kindred? — Dejo de abrazar a su fiel amigo, y apuntó al sol negro con su arrugada mano derecha, mientras mantenía la mirada fija en el hombre encapuchado —. Desde que llegaste, ha estado pasando un montón de cosas que carecen el minimo sentido, desde tu jodido licor hasta esta mierda de sol. Qué diablos está pasando. Quiero respuestas, y las quiero ahora, porque si no me las das en estos instantes… —Mcclein cerró tan duro su puño como nunca antes en su vida —Temo que vas a estar en un maldito ataúd asqueroso, hijo de puta.

 —El fin— Respondió Kindred indiferentemente a las amenazas de Mcclein. — Lo que ven delante de ustedes no es otra cosa que el final de todo, el ocaso de la existencia… ¿Les es familiar el culto del sol negro? ¿Esa pequeña secta que fue a la guerra con el Imperio Cosmo hace unas décadas y provoco millones de muertes? Bueno, les presento a lo que ellos adoran. Su “Dios”.

 —Imposible, ¿un Dios? Adam Mató a todos los dioses en la era de los gigantes. Como es posible que un Dios este vivo y este causando todo esto —Dijo Roger, tratando de negar lo innegable.

 —Como sabes tanto acerca de esto Kindred. ¿Eres tú el que provocó todo esto? ¿Formas parte de el culto del sol negro? ¿Quién eres en realidad? ¿Por qué… Porque no puedo identificarte… Eres un hombre con atuendo común, pero no puedo, describir tu apariencia, ¿ni tampoco formar tu cara en mi mente? —Mcclein preguntó y se agarró la cabeza tratando de recordar y ver, pero por más que lo intentara, aun teniéndolo enfrente, no podía describir ni una sola cosa de la persona que estaba parada aún con la copa de licor en mano. Lo único que podía recordar es el nombre que dio, Kindred.

Ante la avalancha de preguntas, Kindred volvió a fijar su mirada en su copa, inmutable a pesar de los temblores. Esperando algo. Pero viendo que sin éxito ese “algo” no llegaba redirigió su mirada a los hombres enfrente de él.

 —Si que son habladores ustedes— Dijo Kindred con una ligera risa al final—. De entre todas mis PESADILLAS que he estado reviviendo durante años ustedes deben de llevarse el premio a las personas más habladoras. Bueno, supongo que podría contestar algunas de las cosas que me acaban de decir.

 —En primera no, no formo parte de esa secta de locos.

 — Acerca de quien provoco esto, ni idea, pero lo averiguare algún día. Mi identidad es irrelevante, soy una persona sin renombre alguno en el MUNDO REAL, al menos de momento.

 —Lo de porque no pueden identificarme o sacar alguna característica de mi… Bueno eso tampoco lo sé, también sufro de lo mismo, pero con la excepción de que puedo ver que uso UNA CAPUCHA CON CAPA Y ARMADURA NEGRA CON ACABADOS DORADOS estoy en las mismas que ustedes, MI YO PESADILLAes un misterio para mí.

 —Sobre de lo que es exactamente ese sol negro… Siendo precisos, no sé si es un Dios, una fuerza de la naturaleza o algo totalmente fuera de nuestra comprensión, Pero para efectos prácticos decido llamar a esa entidad un “Dios”—Terminó Kindred con su educada y usual voz monótona carente de emoción.

Mcclein y Roger se voltearon a ver el uno al otro confundidos, Mucha de la información no la sabía Kindred y la otra era como si su cerebro la hubiera omitido por completo, incapaces de darse siquiera cuenta de que fue omitida en primer lugar.

 —Escuchen antes de que me pregunten más cosas o se dediquen a gritarme de que no entienden nada, quiero decirles algo que para ustedes debería ser más importante que esta discusión — Dijo Kindred serio y volteando fijamente tanto a Mcclein como a Roger.

 —Vayan con su familia, estén con ellos en estos momentos si se encuentran cerca. Díganles cuanto los aman. Si estan peleados, arreglen sus diferencias. Si cometieron errores, perdónenlos y busquen ser perdonados. Bailen, canten, lloren, rían, beban, coman, aprovechen en estos momentos cuando el final está cerca para irse de la mejor manera. Aún no es tarde.

 

Al terminar de hablar Kindred, Roger y Mcclein entendieron todo. Este día iba ser el último, y tenían que aprovecharlo al máximo como puedan. Continuar con Kindred y sonsacarle cosas no iba cambiar absolutamente nada.

—Voy a la casa de mi hija a pasar mis últimos momentos con ella— Dijo Mcclein con sentimientos encontrados.

El hombre de mediana edad, quería decirle lo mucho que lo sentía, las cosas feas que le había dicho, que lo perdonase por no querer ir a su boda, quería enmendar las cosas con ella y que sean felices en lo que queda del ahora.

—Voy a la casa de mis padres— Dijo Roger decidido— decirles cuanto los quiero, decirles cuanta fuerza me dieron solo por decirme que estaban orgullosos de mí, —tocándose el corazón con su puño—. Y voy a invitar a mi novia para pasar nuestros últimos momentos juntos sin arrepentimientos. —Afirmó Roger con una sonrisa melancólica.

Kindred vio a los dos hombres irse del lugar, Junto con Benny que los estaba siguiendo. Donde antes tres hombres brindaban de manera amena bebiendo el mejor licor de todo Argos, quedo solo una persona, aun con la copa en mano, esperando a DESPERTAR.

Los segundos se convirtieron en minutos y los minutos en horas. El calor poco a poco iba aumentando, hasta que por fin empezó. El líquido color ámbar de la copa, empezó a evaporarse. Tiro la copa al suelo debido a lo caliente que estaba. El calor del ambiente empezó a subir drásticamente. El sol negro que tenía una lejanía cercana al sol original, empezó a acercarse, hasta el punto que los cielos carmesís fueron remplazados por la vista del sol negro por completo.

—Mierda, no importa cuantas veces pase por esto, nunca me puedo acostumbrar a este infierno— Refunfuñó Kindred, al extremo calor que generaba el sol negro.

Las praderas verdes llenas de vida, y el huerto que rodea toda la hacienda estaban siendo marchitados y calcinados por llamas carmesís. Una vista similar podía esperarse en el resto del mundo. Ciudades y Territorios enteros siendo engullidos por el fin del todo. Nadie en Argos podría escapar de esta calamidad. Ni siquiera su santidad imperial y su autoproclamada Omnipotencia podría salvarlo del Ocaso de la Existencia.

Kindred, empezó a a tener problemas para respirar, lucho con todas sus fuerzas para mantenerse de pie, pero el calor intenso hizo que sus piernas cedieran finalmente. Cayó al suelo. Vulnerable.

En consecuencia, su respiración empeoró aún más, Kindred no paraba de hiperventilar, Las llamas que rodaban su entorno hacían que el aire que quedaba, fuera algo increíblemente nocivo, y que tan solo respirar un poco hiciera que un ardor insoportable inundara sus pulmones.

—Aaaah… ¡Aaaaaaahhhh! — Los gritos de Kindred empezaron a salir de su boca poco a poco. El dolor que sentía al respirar era un tormento —. Aguanta el dolor, el dolor es mental, es mental… Es mental, por favor, es mental, es mental, es mental, es mental. Kindred no paraba de decirse eso una y otra vez mientras que gritos salían de su boca cada vez más fuertes.

Sucesivamente la armadura negra empezó a brillar, como si metieras el acero a un horno de fundición. Los acabados dorados de la armadura comenzaron a derretirse, su piel dentro de la armadura se estaba quemando, Haciéndose uno con el metal.

 

 — Unggggggggf. ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhh!!! —Los gritos de dolor se magnificaron, un dolor indescriptible invadía el cuerpo de Kindred—. Por favor, Alguien ayúdeme por favor, me duele, me duele. Por favor basta, se los suplico, se los ruego. Si alguien está escuchándome por favor haz que pare. Haaas que pre, po fa vo, has, haszzh. Vociferó Kindred sus suplicas, conforme el paso del tiempo, las palabras que salían de su boca carecían de sentido, su garganta rasgada por los gritos ya no podía emitir sonido alguno, aun sin rostro, las lágrimas de sus “mejillas” se secaron por el calor. La orina y los desperdicios fecales de Kindred causados por el intenso trauma, se impregnaron en su piel quemada. Un mar de oro yacía debajo de Kindred, el acabado de oro se convirtió en una especie de lava dorada. El hombre encapuchado podía oler su propia carne quemada, un olor que penetraba todo su ser, y que recordaba hasta al más minimo detalle de todas las veces que esta PESADILLA se repetía. Una torturaDIARIA.

Las llamas carmesís Empezaron a engullir su cuerpo, La mente de Kindred estaba hecha un desastre, No paraba de pensar como disco rayado << ¿Porque, Por qué yo? >>

Sacándolo de su Trance, una imagen familiar apareció ante sus ojos casi sin visión. Los pies descalzos de una persona estaban enfrente de él, aperlados y blancos como una nube, y delicados como un Lirio. No viéndose afectado en absoluto por el fuego destructor que quemaba todo Argos en plenitud, o el calor infernal que generaba.

Durante unos segundos, la persona frente a Kindred solo estaba quieto, inmóvil, Kindred en todas sus PESADILLAS podía intuir lo que la persona a la que pertenecía esos pies pensaba. <> Pensó Kindred. Las brasas comenzaban a aullar con más ímpetu, todo estaba siendo consumido y calcinado a una velocidad vertiginosa. Dejando de lado el rastro de lo que alguna vez fue. Entre tanta destrucción. La voz de la persona que permanecía inmutable ante la llama carmesí, emergió del mar de fuego.

—□□□□□■.

Unas palabras incomprensibles resonaron en el mundo ya derruido por el sol negro. Kindred ya había escuchado estas mismas palabras carentes de sentido alguno repetidas veces. Pero sin importar las veces en que esta PESADILLA se repitiera, no podía saber que trataba de decirle aquella persona.

Las llamas poco a poco comenzaron a consumir y hacer ceniza su ya chamuscado cuerpo. Ya no había dolor, su sistema nervioso había colapsado ya por completo, y con ello su sentido del tacto totalmente inutilizado. Su visión termino por ennegrecerse, dejándolo ciego finalmente. Ya no podía oler su propia carne quemada, puesto que su sentido del olfato y gusto dejó de responder. Y las seseantes llamas no podían ser escuchadas, ya no podía oír más. “Pum Pum Pum” …Los latidos finalmente cesaron. Kindred falleció.

Al poco de su muerte, el cuerpo se redujo totalmente a cenizas junto con su armadura. Y el mundo fue consumido por el sol negro. Sumergiéndose en una oscuridad sin precedente. A un vacío sin fondo. A la más absoluta y terrorífica nada.

More Chapters