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Chapter 6 - Bloqueo de Cuentas Bancarias

A la mañana siguiente, mi teléfono vibró con varias notificaciones.

Con los ojos aún pesados por el cansancio, lo tomé y deslicé el dedo por la pantalla.

Mi rostro se endureció al leer los mensajes.

[Aviso del Banco Central de Japón]

Estimado cliente, hemos detectado un bloqueo en todas sus cuentas bancarias debido a la actualización de la herencia del señor Hiroshi Kiryuu. Para más información, por favor comuníquese con su asesor financiero.

Fruncí el ceño.

Bloqueo… ¿Qué demonios significaba eso?

Abrí la aplicación bancaria e intenté acceder a mis cuentas, pero en todas aparecía el mismo mensaje:

"Acceso restringido. Consulte con su banco."

No podía ser verdad.

Me incorporé de golpe en el sofá, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. Intenté hacer una transferencia. Falló. Probé retirar dinero desde otra cuenta. Falló.

En un impulso, me levanté, tomé mi abrigo y salí hacia la cafetería más cercana.

Al llegar, pedí un café negro y saqué mi tarjeta de crédito.

El cajero la pasó por la terminal.

"Transacción denegada."

—¿Podría intentarlo de nuevo? —dije con calma.

El empleado asintió y repitió el proceso.

Nada.

—Lo siento, joven, pero su tarjeta ha sido bloqueada —dijo el cajero, mirándome con cautela—. ¿Quiere probar con otra?

No tenía otra.

Sentí que la irritación comenzaba a invadirme, pero mantuve la compostura.

—No te preocupes —respondí, guardando la tarjeta en mi billetera—. Parece que olvidé transferir fondos.

Salí de la cafetería con una sensación amarga en la boca.

Así que esto era lo que había planeado mi familia.

Bloquearme por completo.

No me habían dejado ni un solo yen.

Mis ingresos provenían de la administración de algunos negocios familiares, pero como no tenía acceso a la cuenta principal, todo quedaba congelado.

Ahora que lo pensaba…

Saqué mi teléfono y revisé el calendario.

"Pago de alquiler: 2 días restantes."

Maldición.

Si no pagaba el alquiler a tiempo, tendría que dejar mi departamento.

En ese instante, la imagen de la carta de mi abuelo, grabada en mi memoria, regresó con fuerza.

La granja…

Mi mandíbula se tensó.

No era estúpido. Sabía que todo esto no era una simple coincidencia.

Mi abuelo no me dejó dinero porque sabía lo que pasaría.

Me dejó la granja porque…

Era lo único que no podían quitarme.

Cerré los ojos y suspiré con resignación.

Parece que no tenía otra opción.

Si quería sobrevivir…

Tendría que averiguar qué demonios era la granja Encanto Primaveral.

Al día siguiente, me desperté con el sonido de mi despertador. No había dormido bien. Mi mente seguía dándole vueltas a todo lo ocurrido, tratando de encontrar una solución, pero por más que pensara, siempre llegaba a la misma conclusión.

No tenía dinero.

No tenía acceso a mis cuentas.

Y en dos días, perdería mi departamento.

Me levanté con pesadez y me dirigí al baño. Me miré en el espejo: tenía ojeras marcadas y un rostro que reflejaba agotamiento.

Después de tomar una ducha rápida, me puse ropa cómoda y me dirigí a la sala. La carta de mi abuelo seguía ahí, sobre la mesa, junto con la llave que había venido dentro del sobre.

La observé por unos segundos y luego tomé mi teléfono. Busqué información sobre la "granja Encanto Primaveral", pero no encontré nada. No aparecía en los mapas ni en registros de propiedades.

Mi ceño se frunció.

Era como si no existiera.

Si realmente quería encontrar respuestas, solo había una cosa que podía hacer.

Tenía que ir hasta la dirección indicada en la carta.

Afuera, la luz del sol se filtraba entre los edificios de Tokio. Respiré hondo y me obligué a tranquilizarme.

—No tiene sentido quedarme aquí —murmuré.

Tomé una mochila y metí dentro lo esencial: ropa suficiente para unos días, artículos de higiene y mi teléfono con su cargador. Miré alrededor de mi departamento por última vez. No sabía si podría volver.

Antes de salir, volví a tomar la carta y la guardé junto con la llave.

Con cada paso que daba hacia la estación de tren, la incertidumbre crecía en mi pecho. No tenía idea de lo que encontraría en esa granja.

Pero una cosa era segura:

Este viaje cambiaría mi vida para siempre.

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