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Chapter 38 - Capitulo 38

*THYRA*

A pesar de mi agotamiento, la urgencia de continuar mi viaje y la necesidad de no ser detectada me impulsaron a moverme más rápido. Sentía como si mis fuerzas me estuvieran abandonando, pero sabía que no podía permitir que eso me detuviera. Apreté los dientes y canalicé mi mana, sintiendo cómo mi energía comenzaba a fluir por mi cuerpo, dándome la velocidad que necesitaba para avanzar con más agilidad. El agotamiento seguía presente, pero mi mana le dio a mis piernas la fuerza para saltar de un árbol a otro, atravesando el bosque con la gracia de una sombra.

Me quité temporalmente la máscara, permitiéndome respirar más libremente. El aire fresco de la mañana me golpeó la cara, y sentí cómo mi cuerpo, a pesar de la fatiga, respondía a cada movimiento. El paisaje se desdibujaba a gran velocidad mientras me deslizaba entre árboles y rocas, mi vista dinámica ayudándome a anticipar cada salto, cada giro. El suelo parecía moverse bajo mis pies, pero no sentía el peligro. Mis sentidos estaban tan agudizados que, incluso en mi estado actual, podía percibir cualquier amenaza con una facilidad sorprendente.

La ruta al sur era larga y peligrosa, pero algo en mí me decía que debía continuar sin descanso, al menos hasta encontrar un lugar adecuado para descansar. Después de unas horas, el paisaje comenzó a cambiar, y finalmente, llegué a un pequeño lago escondido entre los árboles. El agua cristalina brillaba bajo el sol, y el sonido del agua rompiendo suavemente contra las rocas me ofreció un momento de calma que necesitaba urgentemente.

Me detuve, sintiendo una ligera punzada de dolor en mi brazo, donde las heridas no habían sanado completamente. Me agaché junto al lago, tomando un trago de agua, saboreando su frescura mientras la necesidad de hidratarme me envolvía. Llené mi cantimplora, aprovechando la oportunidad para darme unos segundos de respiro. A pesar de todo, la sensación de estar lejos de la agitación y el peligro constante me trajo un alivio momentáneo.

Miré el lago durante un largo rato, pensando en el camino por delante. El sur me esperaba, pero mis pensamientos seguían atrapados en lo sucedido en la ciudad. Aquella gente del consejo, la presión de sus intenciones, las intrigas que apenas comenzaban a desvelarse... No podía dejar que eso me atrapara. Tenía que ser más inteligente, más cuidadosa. No quería tener que enfrentarme a los mismos juegos de poder que me seguían desde mi continente. Por eso, necesitaba alejarme lo más posible, mantenerme en movimiento y mantener mi rumbo claro.

Un suspiro escapó de mis labios mientras me levantaba, mirando el camino que se extendía ante mí. No podía perder el enfoque. No podía darme el lujo de ser distraída.

El viento soplaba suavemente, empujando las hojas a mi alrededor, y sabía que mi viaje aún no había terminado.

El agotamiento me pesaba más con cada paso que daba. A pesar de mi determinación y de la urgencia que sentía por continuar, mis músculos comenzaban a ceder ante el desgaste. Cada respiración era más pesada, cada movimiento más lento, pero me obligué a seguir avanzando. Sabía que debía llegar a ese pequeño pueblo antes de que la oscuridad cayera por completo, aunque mi cuerpo me rogaba descanso.

La tarde se desvanecía rápidamente, y el cielo comenzaba a tornarse naranja, pintando de colores cálidos el horizonte. A medida que caminaba, los árboles se abrían para dar paso a campos y llanuras, y con el mapa en mis manos, comprobé que el pueblo que buscaba estaba a solo una hora de distancia. No podía permitirme detenerme ahora, aunque mis piernas ardían y mi mente comenzaba a nublarse por el agotamiento mental y físico acumulado durante las últimas horas.

Reducí la velocidad, aunque no por elección, sino por necesidad. Sabía que si no lo hacía, el riesgo de colapsar de fatiga sería más grande. No podía darme el lujo de perder el control, no cuando estaba tan cerca de alcanzar un lugar seguro donde podría descansar. Cada paso se sentía más pesado que el anterior, pero el deseo de llegar me impulsaba a seguir adelante, aunque fuera en una marcha más lenta y pesada.

El sonido de los árboles moviéndose con el viento y el crujir de las ramas bajo mis pies fueron los únicos sonidos que me acompañaron en mi lento caminar, mientras las últimas luces del día comenzaban a desvanecerse. A lo lejos, vi la silueta de lo que parecía un asentamiento, y un leve suspiro de alivio escapó de mis labios. A pesar de todo, aún quedaba una distancia por recorrer.

Mi cuerpo me gritaba que me detuviera, pero mi mente me ordenaba seguir. Aunque fuera a paso de tortuga, no podía rendirme ahora.

A medida que el sol desaparecía detrás de las colinas, el pueblo se iba perfilando más nítidamente, y aunque el cansancio me envolvía por completo, me aferré a la esperanza de que pronto podría descansar y reponerme. El paisaje que había sido mi compañero durante todo el día parecía desvanecerse con la oscuridad, y me preparaba mentalmente para lo que me esperaba en ese pequeño pueblo, aún sin saber si me recibirían bien o si debía seguir ocultándome.

Por fin, las primeras casas del pueblo comenzaron a materializarse frente a mí bajo la tenue luz del crepúsculo. Sus techos de tejas simples y paredes de madera rústica parecían desdibujarse en la penumbra, como si el tiempo y la vida misma se movieran más despacio en este lugar. Me detuve unos momentos en el borde del camino, respirando hondo mientras observaba el pequeño asentamiento. Mi corazón martilleaba con fuerza después de horas de movimiento ininterrumpido, y el dolor en mis piernas era un recordatorio constante de mi agotamiento.

No había guardias visibles ni señales de vigilancia, lo que me tranquilizó un poco. Parecía ser un pueblo pequeño y sin importancia, justo lo que necesitaba. Con suerte, no habría nadie aquí que pudiera reconocerme o vincularme con los eventos recientes. Al ajustar la bolsa mágica sobre mi hombro y apretar la máscara en mi mano, decidí entrar al pueblo con paso lento, mezclándome con la calma del lugar.

El ambiente era tranquilo, casi silencioso, salvo por el ocasional ladrido de un perro en la distancia o el suave murmullo de voces provenientes de alguna casa. Algunas ventanas brillaban con la cálida luz de las velas o lámparas de aceite, mientras un par de figuras se movían por las calles adoquinadas. Una anciana llevaba un cesto de frutas, y un hombre parecía cerrar su tienda, bajando un portón de madera con parsimonia. Nadie me prestó atención, lo cual era perfecto.

Avancé hacia lo que parecía una posada al centro del pueblo. El letrero, gastado y torcido, decía "El Roble Viejo". La pintura estaba descascarada, pero el lugar parecía funcional. Empujé la puerta, y un leve chirrido resonó al abrirla. El interior era acogedor, con mesas de madera dispersas, un pequeño mostrador al fondo y un fuego encendido en una chimenea que calentaba la estancia. Un par de hombres estaban sentados cerca de la barra, sus voces mezclándose con el crepitar de las llamas. Me acerqué al mostrador, donde una mujer de mediana edad con cabello recogido en un moño desordenado me recibió con una mirada curiosa.

"¿Una habitación para la noche?", preguntó con voz suave pero firme.

"Asumo que tienen una disponible", respondí, dejando unas monedas de plata sobre el mostrador. Mi voz seguía alterada por el cansancio, pero intenté mantener un tono neutral.

La mujer asintió, tomó las monedas y sacó una llave que colgaba de un tablero detrás de ella. "Tercer piso, al final del pasillo. Es pequeña, pero tiene lo necesario", dijo, entregándome la llave con una sonrisa breve.

Asentí y subí las escaleras con pasos pesados, sintiendo que cada escalón era una prueba de resistencia. Cuando finalmente llegué a la habitación, abrí la puerta y cerré detrás de mí con un suspiro. Era pequeña, tal como había dicho la mujer, pero tenía una cama simple, una pequeña mesa y una silla junto a una ventana que daba al bosque cercano. Eso era más que suficiente. Dejé la bolsa mágica a un lado y me desplomé en la cama sin siquiera quitarme las botas.

El silencio de la habitación era reconfortante, pero mi mente seguía agitada. Había llegado aquí, sí, pero esto era solo el comienzo. Tenía que planear con cuidado mi próximo movimiento. No podía permitirme más errores ni llamar más la atención. Por ahora, lo único que podía hacer era cerrar los ojos y permitirme un breve descanso antes de enfrentar lo que venía después.

****

Dos días después, me encontraba dejando atrás el pueblo. Había pasado la noche en la pequeña habitación de la posada, y aunque no había recuperado todas mis fuerzas, me sentía lo suficientemente bien como para moverme con rapidez y continuar mi viaje hacia el puerto del sur. Cada paso que daba me recordaba el costo de la lucha reciente y la necesidad de mantenerme un paso adelante de aquellos que podrían estar buscándome.

El amanecer apenas iluminaba el horizonte cuando me deslicé fuera del pueblo, siguiendo un camino menos transitado que se adentraba en el bosque. Las sombras de los árboles se alargaban, creando un laberinto de luz y oscuridad que me envolvía mientras avanzaba. El aire fresco de la mañana era revitalizante, y el sonido de los pájaros comenzando su día proporcionaba una especie de consuelo silencioso.

Mi objetivo seguía siendo llegar al puerto del sur lo más rápido posible. Sabía que aún quedaba un largo camino por recorrer, pero también sabía que mantenerme en movimiento era crucial. No podía permitirme otro enfrentamiento ni más desvíos. Debía mantenerme oculta y alejarme de cualquier problema potencial.

A medida que avanzaba, la máscara mágica que había conseguido en la tienda de artefactos me ayudaba a mantener un perfil bajo. Había comprobado que alteraba mi apariencia lo suficiente como para que no me reconocieran fácilmente. Mi cabello ahora tenía un tono castaño claro, y mis rasgos faciales parecían ligeramente diferentes. Me sentía como una sombra, alguien que podía moverse entre la gente sin ser notada.

Después de horas de marcha continua, el sol estaba ya alto en el cielo. Me detuve brevemente junto a un arroyo para beber agua y llenar mi cantimplora. El paisaje alrededor era tranquilo, casi idílico, pero no podía permitirme disfrutarlo. Tenía que seguir adelante.

Continué mi camino, pasando por pequeños claros y cruzando puentes de madera que crujían bajo mis botas. Cada paso me acercaba más a mi destino. A lo lejos, podía ver una colina que marcaba la mitad de mi recorrido del día. La trepé con esfuerzo, sintiendo cómo el agotamiento volvía a instalarse en mis músculos. Sin embargo, la vista desde la cima me dio un respiro momentáneo. Podía ver el camino que se extendía hacia el sur, serpenteando entre bosques y campos abiertos. El puerto aún estaba lejos, pero cada día me acercaba un poco más.

El atardecer comenzaba a teñir el cielo con tonos cálidos, y sabía que debía encontrar un lugar para descansar antes de que la noche cayera por completo. Eventualmente, encontré un pequeño refugio natural, una cueva en la ladera de una colina. Era lo suficientemente profunda como para ofrecerme protección y lo suficientemente oculta para evitar ser vista.

Dentro de la cueva, me acomodé lo mejor que pude, usando mi bolsa mágica como almohada. La oscuridad se cerró a mi alrededor, y aunque el cansancio intentaba arrastrarme al sueño, mi mente seguía activa, planeando los próximos pasos y repasando todo lo que había sucedido.

El sueño me fue arrebatado de golpe por un escalofrío que recorrió mi cuerpo. Abrí los ojos de inmediato, mi instinto me advirtió que algo se movía en la lejanía. Me incorporé lentamente, agudizando mis sentidos mientras me ponía en pie. Una presencia… fuerte. Poderosa. Aún desde la cueva, podía sentirla. No era un animal, eso era seguro. Era algo, o alguien, consciente y peligroso.

Me acerqué al borde de la cueva en silencio, asegurándome de no hacer ningún ruido. Desde mi posición, pude divisar un leve destello en el horizonte, un brillo que no pertenecía a las estrellas ni a la luna. Una figura se movía a lo lejos, avanzando con calma por el terreno. Era difícil distinguir los detalles, pero no necesitaba verlos para sentir la intensidad que emanaba de su presencia. Su aura era como una antorcha ardiente en la oscuridad de la noche, casi como si el mismo aire alrededor de esa persona vibrara con energía.

El corazón me latía con fuerza, no por miedo, sino por la incertidumbre. ¿Quién podría irradiar un poder tan tangible incluso desde esta distancia? Las preguntas comenzaron a agolparse en mi mente. ¿Me estaban buscando? ¿Era alguien enviado por el consejo? ¿O simplemente era un errante, como yo, que se movía bajo la luz de la luna?

Decidí observar un poco más antes de tomar alguna acción. Apoyada contra la pared rocosa de la cueva, me aseguré de mantenerme oculta mientras estudiaba sus movimientos. La figura avanzaba con paso firme pero no apresurado, como si supiera exactamente hacia dónde se dirigía y no tuviera prisa alguna por llegar. Cada tanto, el resplandor de su aura fluctuaba, creciendo y decreciendo, como una llama que danzaba al compás del viento. Era fascinante, pero también perturbador.

Mi energía estaba limitada por el agotamiento acumulado, y aunque podría defenderme si era necesario, no me encontraba en condiciones de mantener un enfrentamiento prolongado, mucho menos con alguien que irradiaba un poder tan intenso.

De repente la figura se detuvo. Estaba lejos, pero lo suficientemente cerca como para que pudiera notar que no era solo un viajero común. Su postura era relajada, casi despreocupada, pero había algo en la manera en que giró la cabeza hacia mi dirección que hizo que todo mi cuerpo se tensara.

No podía estar seguro… pero sentí que me había detectado.

Mis ojos se entrecerraron, mi cuerpo listo para moverse en cualquier momento. Si me había encontrado, no sería por accidente. Este no era el tipo de persona que simplemente deambulaba por el bosque sin propósito. El viento trajo consigo un eco sutil, un sonido que no pude identificar claramente, pero que me hizo apretar los dientes. Quizás una risa, o una palabra que no entendí.

"¿Qué demonios es eso…?" murmuré para mí misma, mi voz apenas audible.

Sin moverme de mi posición, seguí observando. La figura parecía dudar, girando lentamente su cuerpo en mi dirección, como si estuviera decidiendo si acercarse o seguir su camino. La distancia entre nosotros seguía siendo considerable, pero su simple presencia hacía que el aire se sintiera pesado.

Finalmente, dio un paso hacia adelante, como si hubiera tomado una decisión. Cada fibra de mi ser me gritaba que no era prudente quedarme más tiempo allí. Pero si me movía demasiado rápido, podría llamar su atención más de lo necesario.

Tomando una decisión rápida, retrocedí hacia la cueva, asegurándome de mantener mi presencia oculta. Respiré hondo y contuve mi mana para no emitir ningún rastro de energía que pudiera delatarme. Si esa figura era alguien que me buscaba, lo último que necesitaba era un enfrentamiento directo en mi estado actual.

Apreté los puños con fuerza, dispuesta a escapar si se acercaba más. Pero por ahora, lo único que podía hacer era esperar… y observar.

La figura avanzó un paso más, y el aire a mi alrededor pareció tensarse, como si el bosque entero contuviera la respiración. Mi cuerpo estaba al límite, mis músculos listos para reaccionar en cualquier momento. Sentía el agotamiento arrastrándome hacia abajo, pero mi mente seguía alerta. No podía permitirme un error. No ahora.

Me quedé completamente inmóvil dentro de la cueva, mi mirada fija en esa presencia. Sin embargo, después de unos segundos que se sintieron eternos, la figura dejó de avanzar. Simplemente giró su rostro hacia otra dirección, como si algo más hubiera captado su atención. Su aura se estabilizó, dejando de fluctuar, y entonces comenzó a alejarse.

No podía creerlo. Había pasado de largo.

"¿Quién demonios era esa persona?", pensé, mientras soltaba un suspiro contenido, aunque mi cuerpo seguía tenso.

Me quedé en la entrada de la cueva un momento más, asegurándome de que no hubiera peligro inmediato antes de finalmente relajarme un poco. No tenía sentido quedarme allí por más tiempo; este lugar ya no era seguro. Quienquiera que fuera esa figura, su sola presencia había sido suficiente para desestabilizarme. Necesitaba seguir moviéndome, aunque mi cuerpo protestara por el agotamiento.

Tomé mi cantimplora y bebí un poco de agua, luego ajusté mi espada a la espalda y revisé una vez más mi bolsa mágica. Todo estaba en orden. Estaba lista para partir.

Salí de la cueva con pasos cuidadosos, asegurándome de no dejar rastro de mi estadía. Las estrellas aún brillaban en el cielo, y la luz de la luna me iluminaba el camino mientras avanzaba. Mi dirección seguía siendo la misma: el puerto sur. Pero ahora, más que nunca, sabía que debía ser más precavida.

Mientras me movía entre los árboles, mi mente seguía regresando a esa figura. ¿Qué o quién era? Su poder era abrumador, y aunque había intentado mantenerme oculta, no podía sacudirme la sensación de que había notado mi presencia. No era un guerrero común, ni un simple aventurero. Alguien así tenía un propósito claro, y me aterraba la posibilidad de que ese propósito estuviera relacionado conmigo.

Avancé durante horas, tomando pequeños descansos cada tanto, hasta que finalmente el sol comenzó a asomarse en el horizonte. La luz dorada iluminó el paisaje, revelando que había llegado a una zona más abierta, un camino de tierra que parecía llevar directamente hacia una aldea. Según el mapa, debía ser un lugar pequeño llamado Carvendale, conocido por ser un punto de descanso para mercaderes y viajeros. Era ideal para reabastecerme antes de continuar mi viaje hacia el sur.

Al llegar al pueblo, sentí las miradas de algunos aldeanos al pasar. Era normal; mis ropas y mi postura probablemente no encajaban con la de los viajeros promedio. Además, el cansancio debía ser evidente en mi rostro, a pesar de mis intentos de mantenerme firme y segura. Ignoré las miradas y me dirigí hacia lo que parecía ser una posada modesta.

Al entrar, el olor a pan recién horneado y guiso caliente me recibió. Mi estómago gruñó, recordándome que no había comido nada sustancial en más tiempo del que quería admitir. Me acerqué al mostrador, donde una mujer robusta y sonriente me saludó.

"¿Un cuarto? ¿O solo comida?" preguntó, con un tono amable.

"Ambos", respondí, colocando unas monedas sobre el mostrador.

La mujer asintió y me entregó una llave, indicando las escaleras hacia las habitaciones. "Te traeré algo para comer en un momento. Sube y descansa un poco, cariño. Pareces agotada."

Asentí en agradecimiento y subí las escaleras. La habitación era pequeña, pero limpia y acogedora. Dejé mis cosas junto a la cama y me senté en el borde del colchón, permitiéndome un momento para respirar.

Mis pensamientos volvieron a la figura que había visto la noche anterior. Era un recordatorio de que mi viaje no sería sencillo. Había demasiados ojos observándome, demasiados intereses cruzándose en mi camino. Aunque deseaba con todas mis fuerzas regresar a mi continente y dejar todo esto atrás, sabía que el mundo no funcionaba de esa manera. Algo o alguien inevitablemente se interpondría en mi camino.

Suspiré derrotada, cerrando los ojos solo por un momento. No podía quedarme en este pueblo por mucho tiempo. El puerto aún estaba lejos, y cuanto más tiempo permaneciera en un lugar, más riesgo corría de ser localizada.

Sin embargo, mi cuerpo tenía otros planes. Antes de darme cuenta, el agotamiento me venció, y caí en un sueño profundo.

Cuando desperté horas después, con el sol ya alto en el cielo, sentí una sensación de inquietud. Algo estaba mal. Había demasiada calma en el ambiente, un silencio que no debería estar allí. Me levanté rápidamente, tomando mi espada y ajustándola a mi espalda.

Salí al pasillo y bajé las escaleras con cautela, solo para encontrar la posada vacía. No había nadie en el comedor, ni siquiera la mujer que me había atendido antes. Todo estaba en completo silencio.

Mis instintos se dispararon. Esto no era normal. Había algo aquí… o alguien.

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