Capítulo 22 Tollan, parte 2
La Teniente Coronel Samantha Carter observó cómo las tropas
creaban un perímetro defensivo mientras salía de su transporte de tropas. Ella
tocó el pequeño dispositivo de realidad aumentada pegado a una de sus sienes,
que al igual que la computadora que llevaban, era como un brazalete y una de
las mejoras para combate.
Samantha pensó en un mapa, y este se desplegó frente a ella,
con toda la información del terreno y los enemigos que se acercaban a unos
quinientos metros.
Todos los soldados tenían el mismo equipo y podían ver al
batallón de quinientos guerreros Kull, como los había llamado el Goa’uld al
mando de estos nuevos soldados Goa’uld, que se acercaban a su lugar de
aterrizaje.
El comandante, uno de los tres coroneles que lideraban los
batallones desplegados en este lugar, no perdió tiempo y mandó a crear un
perímetro. Los oficiales civiles, líderes de las tropas de voluntarios civiles
desplegadas en esta zona, veinte en total, también siguieron sus instrucciones.
La zona elegida por los transportes para descender era la
plaza de una ciudad. Las ciudades Tollan eran de grandes construcciones y
amplias calles. Plazas como en la que estaban ahora eran especialmente grandes,
lo que las hacía un sitio ideal para descargar una gran cantidad de tropas.
Los transportes descendían en grandes grupos y el ejército de
soldados y voluntarios era desplegado para que los transportes volvieran a
subir y más transportes pudieran descender.
Los primeros que habían sido desplegados eran los batallones
de soldados, quienes, como les ordenaron, estaban buscando dónde cubrirse y
formar un perímetro. La plaza era un lugar enorme, pero ellos no eran pocos, y
cuando descendieran los voluntarios civiles, este lugar no sería suficiente
para todos.
Samantha observó la Ciudad Tollana, tanto a simple vista como
en su mapa de los datos de la misión transmitidos desde la nave de Thor.
Lo que llamaba la atención a simple vista era que los
edificios estaban intactos. Samantha había leído el informe en el que se
mencionaba que los Goa’uld no bombardearon el planeta, aún así, esto era
extraño.
Samantha había estado personalmente en mundos atacados por
Goa’uld, y esta no era para nada la escena que había visto. Los Goa’uld no eran
respetuosos con nada; su primer contacto con cualquier civilización avanzada
era un bombardeo seguido de un despliegue de tropas para diezmar a la
población, y al final, arrastraban a los supervivientes para esclavizarlos.
Luego, si el planeta no tenía abundantes recursos para que
fueran recogidos por esclavos sin el uso de herramientas avanzadas, seguían su
camino y clasificaban al planeta como un desperdicio. Ese era el patrón y la
norma; en caso contrario, significaba que los habitantes del mundo en cuestión
tenían algo que les interesaba, por lo que primero negociarían y luego lo
destruirían todo.
Al mirar la ciudad, Samantha concluyó que ninguno de los dos
patrones se aplicaba en este caso, porque según el informe, los guerreros Kull
fueron desplegados y mataron a todos los Tollan que se encontraron, y luego de
tomar el control de la zona, usaron un arma similar a las pistolas Zat para
desintegrar los cuerpos.
Más allá de que esto fue un acto de terror que perturbó y
desmoralizó a los Tollan, a Samantha le surgía la pregunta: ¿por qué? ¿Quería
Anubis exterminar a los Tollan? Si era así, ¿por qué no usó bombas de Naquadah
al tomar el planeta?
Samantha solo podía concluir que él, de hecho, quería
exterminar a los Tollan y no actuaba en contra del planeta porque había algo
allí que él quería. Eso también significaba que en cuanto lo obtuviera, el
bombardeo comenzaría, y como Anubis no estaba actuando como lo harían otros
señores del sistema Goa’uld, Samantha concluyó que no se detendría hasta que
solo quedara arena en este planeta.
Eso era algo que su equipo no tomaría en cuenta, porque los
Goa’uld tenían tradiciones y costumbres que todos seguían. Apophis los había
capturado a ellos en un par de ocasiones, pero siempre pudieron escapar, porque
él nunca intentó matarlos, prefería hacerlos arrodillar y parecía disfrutar
humillando a la gente.
Era ilógico, pero si un Goa’uld te consideraba su enemigo,
era realmente difícil que te matara; por otro lado, si te veía con
indiferencia, era casi seguro que perderías la vida.
La mayoría de las veces que el equipo de Samantha sobrevivió
a encuentros con Goa’uld fue justo porque estos parecían muy felices de
tenerlos en sus manos.
«Anubis no debe ser tratado como otros Goa’uld», concluyó
Samantha.
—Señor, contamos con superioridad numérica, debemos avanzar
—dijo Carter acercándose al coronel que dirigía el ataque en tierra.
—Teniente coronel Carter, este enemigo avanza en filas; si
avanzamos contra ellos, a pesar de los escudos personales, sufriríamos bajas.
Pero si tomamos posiciones y nos cubrimos, el enemigo caerá y no sufriríamos
pérdidas —replicó el coronel—. También son órdenes de arriba, esta es la mejor
estrategia —agregó.
—Señor… —el coronel la ignoró y avanzó para establecer
algunas tropas de avance y emboscada, por si los guerreros Kull trataban de
retirarse luego de la batalla. Él ni siquiera pensó en escuchar su explicación.
Samantha parpadeó, el coronel O’Neill tenía razón, la
transferencia de conocimientos no era tan buena idea. La gente podía confiarse
de sus conocimientos y dejar de lado la experiencia, como hacía este coronel,
que por tener la misma información que ella, concluía que ya podía establecer
un plan efectivo.
Samantha Carter hizo una mueca. Esto era grave, pero a pesar
de que ella fue promovida un rango, y ahora era teniente coronel, no tenía la
autoridad para vetar las órdenes dadas por un coronel. Ella pensó en el coronel
O’Neill. Al coronel O’Neill también habían tratado de promocionarlo a General,
pero se negó rotundamente, y amenazó con retirarse. Aun así, él era un coronel,
y también estaba a cargo de supervisar esta operación, liderando los equipos SG
que participaban como asesores.
Samantha tocó el sensor de su brazo por mera costumbre, y una
pantalla apareció a su derecha.
—Hable, Carter —dijo el coronel O’Neill, que también parecía
estar desembarcando y organizando una resistencia.
—Señor, no creo que esta sea la mejor estrategia. Los Goa’uld
envían a los Jaffa en filas, pero Anubis y Korr no son señores Goa’uld
corrientes; ya hemos visto los planetas de Korr, y Anubis ya ha creado su
propio ejército descartando a los Jaffa —explicó Sam.
—Carter, ¿está diciendo que estos tipos nos van a jugar una
mala pasada? Pero si es así, ¿por qué antes atacaron a los Tollan en filas sin
aplicar ninguna táctica militar? —preguntó el coronel O’Neill.
—Señor, ellos usaban la táctica más efectiva ante un enemigo
que no podía hacerles daño. Además, sospecho que los Goa’uld no han usado
bombas de Naquadah porque quieren algo de este lugar, probablemente la
tecnología Tollan, y en cuanto la obtengan, desintegrarán todo en este planeta
sin tomar prisioneros o esclavos —explicó Samantha. El coronel O’Neill pensó
por un segundo.
—Mierda. ¿Cuánto soportarían nuestros escudos bajo el fuego
de los repetidores de plasma que usan esos tipos? —preguntó el coronel O'Neill.
—Señor, son un equipo experimental; en las pruebas
resistieron diez impactos de un bastón Goa’uld, pero un repetidor de plasma
tendrá un efecto mayor; una ráfaga podría ser suficiente para deshabilitarlos
—explicó Samantha. El coronel O’Neill maldijo.
—Carter, espere allí, pasaré su informe —dijo el coronel
O’Neill.
Samantha esperó un minuto y nuevas órdenes empezaron a
llegar, lo que hizo que el coronel al mando la mirara mal, pero Samantha no
estaba bajo su mando, sino bajo el mando del coronel O’Neill, y este estaba
bajo el mando del general Hammond y el comando SG, al igual que el resto de los
equipos SG que participaban en esta misión.
Samantha no había roto la cadena de mando; informarle solo
era su trabajo como consejera en el campo; si no atendía, ella aún tenía a un
superior al que debía informar.
El coronel al mando cambió sus órdenes y ordenó a todos
formar grupos y avanzar para tomar terreno.
Samantha miraba el despliegue de tropas mientras el coronel a
cargo, que también tenía otros oficiales para ayudarlo a coordinar los dos
batallones y los cinco mil voluntarios desplegados en esta área, daba órdenes y
estudiaba posibles puntos de apoyo a distancia. Sin embargo, los rifles de
aguja creados por los Asgard para esta guerra tenían un alcance de doscientos
metros, por lo que no había una gran distancia para hacer estrategias…
Samantha volcó su atención al mapa que marcaba a los enemigos
a trescientos metros, que se detuvieron y solo diez de ellos avanzaron.
—Ellos están reaccionando a nuestras tácticas —dijo Samantha
al coronel al mando, que finalmente parecía entender que su enemigo no eran
Jaffa, y que no le iban a permitir matarles sin sufrir bajas.
El coronel ordenó avanzar a máxima velocidad para evitar que
el enemigo tuviera tiempo de reaccionar. Él decidió seguir el plan de
aplastarlos con números y no temer a las bajas. De todas formas, siempre que no
les dieran tiempo a los guerreros Kull de usar desintegradores, podían curar a
los heridos y usar los sarcófagos para los caídos.
…
Nirrti descargaba una base de datos en uno de los complejos
tecnológicos de los Tollan cuando un holograma de Zipacna apareció a su lado.
—¿Qué quieres? —gruñó Nirrti, molesta con este parásito inútil,
porque había ordenado a los guerreros Kull abrir fuego en las instalaciones
donde ella se encontraba ahora, dañando algunas computadoras y dificultando su
trabajo.
—Mi señora, los Asgard han traído un ejército de los Tau’ri;
son demasiados, y están usando armas de agujas que traspasan la armadura de los
guerreros Kull con facilidad. Estamos perdiendo posiciones con rapidez —informó
Zipacna.
Nirrti cerró la comunicación y apretó los dientes, porque no
importaba si los Tau’ri tenían armas capaces de abatir a los guerreros Kull; un
solo de estos guerreros podía enfrentarse a diez humanos y no recibir ni un
rasguño. Si estaban perdiendo posiciones, era porque los números de los Tau’ri
eran abrumadores.
Nirrti se conectó a su propia nave nodriza para ver los
detalles y parpadeó al ver los datos de casi medio millón de Tau’ri, abriéndose
paso entre los guerreros Kull, que trataban de usar todo tipo de estrategias
para aprovechar su fuerza, velocidad y agilidad para detenerlos, pero los
humanos eran demasiados y se lanzaban al ataque sin pensar en sus vidas. Nirrti
solo podía parpadear, pero luego se calmó.
Esto era de esperar, pues se enfrentaban a los Asgard, y
estos tenían buenas relaciones con los Tau’ri, que habían plagado la Tierra, y
según algunas estimaciones eran miles de millones, por lo que ellos no les
habían atacado y prefirieron venir por los Tollan, que también podían darles
algunos beneficios en cuanto al botín, pero los Asgard habían traído a los
Tau’ri allí y los guerreros Kull estaban siendo superados.
Nirrti sintió ganas de ordenar traer bombas de Naquadah y ver
si querían seguir lanzándose como cucarachas sobre sus soldados, pero eso
destruiría las ciudades y bases de datos Tollan.
Nirrti ya había logrado obtener la información que Anubis
quería, pero esos eran los objetivos de Anubis, y ella tenía sus propios
objetivos, para tomar la cabeza de Anubis y nombrarse señora suprema en su
lugar.
Nirrti apretó los dientes, porque Anubis no toleraba los
fracasos, y salir de allí sin destruir a los Tollan podría costarle la vida o
perder la confianza de Anubis, lo que acabaría con toda oportunidad de tomar el
poder en el futuro.
—¡Malditos Tau’ri! —maldijo Nirrti, porque fueron los Tau’ri
los responsables de su caída y ahora también le impedían saquear los
conocimientos que quería.
Los Tollan seguían siendo humanos atrasados, y sus
conocimientos en genética y biología, lo que más valoraba Nirrti, eran
obsoletos para ella, pero las aplicaciones que habían dado a la tecnología que
poseían no eran simples. Incluso Anubis, que debía haber conseguido algún
legado antiguo, le había ordenado dejar su guerra con Cronos, que había
obtenido el comando de las fuerzas de los señores del sistema, para venir a
buscar esta tecnología.
Nirrti sabía que Anubis quería usar esta tecnología para los
guerreros Kull, que gracias a su armadura y a su enorme resistencia física,
podían atravesar escudos de energía como si no estuvieran allí, pero las
paredes sólidas seguían siendo un problema para ellos, y la tecnología de fase
Tollan era la solución a esto, por lo que Nirrti había sido enviada allí, en
este ataque que estaba a cargo de Zipacna.
Este también era el campo de pruebas de los soldados Kull,
los futuros sustitutos de los Jaffa, que ahora habían perdido la confianza de
Anubis debido a las constantes rebeliones que enfrentaban los Goa’uld por toda
la galaxia.
Nirrti no estaba satisfecha con los soldados Kull. Eran
muñecos sin gracia para ella, y por un momento recordó las palabras de ese
viejo cabezadura de Yu. “Anubis es un cobarde”…
Nirrti sacudió la cabeza con fuerza. Si Anubis era un cobarde
y temía la rebelión Jaffa, ella un día tomaría su lugar y volvería a poner a
los Jaffa en su lugar.
La mayor gloria para un Goa’uld no era destruir a sus
enemigos. Su mayor gloria era conquistarlos, hacerles arrodillarse y servirles.
Anubis era débil al temer a los Jaffa y crear muñecos sin alma ni voluntad para
doblegar. Ella tomaría su lugar, doblegaría a sus enemigos y conquistaría todo,
incluso a los Asgard y a los Tau’ri…
Bueno, a los Tau’ri los iba a exterminar, eran basura sin
valor ni fuerza alguna; tratar de doblegar la voluntad de basuras así sería una
vergüenza, no habría gloria alguna en ello. Ahora debía seguir a Anubis hasta
que su oportunidad llegara, y eso significaba destruir a los Tollan.
Nirrti volvió a llamar a Zipacna.
—Ya he obtenido lo que quería el señor Anubis, volveré a mis
propios asuntos. Anubis ha ordenado destruir este mundo hasta sus cimientos.
Usa bombas de naquadah —dijo Nirrti, y comenzó a caminar para volver al
Chappa’ai, mientras Zipacna hacía una mueca, seguramente preguntándose por qué
no habían capturado esclavos.
Los Goa’uld siempre capturaban esclavos. Las civilizaciones
serían arruinadas, pero siempre habría trofeos. Siempre habría humillación y
vergüenza para aquellos que pretendían ser iguales a ellos. Pero Anubis siempre
fue diferente. Sus métodos eran siempre oscuros. No parecía entender la gloria,
el placer, la satisfacción de la victoria, o la misma dignidad de un dios; solo
quería dominarlo y controlarlo todo, por eso había creado muñecos con los que
pretendía reemplazar a sus guerreros Jaffa. Por eso había ordenado desintegrar
los cuerpos de los Tollan, y no tomar esclavos. Por eso había sido exiliado.
Zipacna cortó la comunicación sin decir nada, y Nirrti avanzó
hacia el Chappa’ai…
Nirrti parpadeó. Ella sintió como si una fuerte onda de
sonido le atravesara. Ya había sentido algo así antes, al llegar al planeta,
pero no sabía qué era, a pesar de saber que era obra de las naves Asgard que
bloqueaban el planeta, creyendo que ellos bombardearían el planeta. Enanos
necios, si habían traído un ejército a este lugar, era evidente que no iban a
bombardear nada, al menos hasta el final.
Nirrti volvió a conectar con su nave, y al mismo tiempo que
recibía una llamada urgente de Zipacna, se dio cuenta del uso de esa onda
extraña, pues la señal de interferencia que Anubis en persona había preparado
para que la ubicación de su Chappa’ai fuera irrastreable había desaparecido, y
los sensores de su nave estaban registrando la ubicación real del Chappa’ai.
Nirrti abrió la comunicación de Zipacna.
—Los Asgard han destruido la protección del señor Anubis
—informó Zipacna, y Nirrti sintió ganas de abofetearlo por decir tonterías.
—Olvida las bombas de Naquadah, tengo la información
solicitada por el señor Anubis. Envía a los guerreros Kull a cubrir mi retirada
hacia el portal —ordenó Nirrti, y activó su artefacto de camuflaje para correr
hacia el portal. Caer en manos de los Asgard realmente sería una tragedia para
ella.
«¡Anubis, eres un inútil!», chilló Nirrti en su mente
mientras corría hacia el Chappa’ai, porque él había asegurado que los Asgard no
podrían localizar el Chappa’ai. Nirrti le había creído, porque después de todo,
también se las había arreglado para traer su propio Chappa’ai al planeta de los
Tollan, ante las narices de los Asgard. Pero ahora la señal de interferencia se
había ido, y su vía de escape podría caer en manos enemigas en cualquier
momento.
Nirrti corrió a toda la velocidad que pudo exprimirle a su
cuerpo anfitrión, mientras maldecía a Anubis por ser un bastardo inútil. Debió
seguir a Korr; tal vez le llevaría más tiempo ascender al poder, pero no
tendría que perder su dignidad a cada paso que daba, ni estaría huyendo en este
momento ante una posible captura por parte de los Asgard.
…
—La interferencia ha desaparecido —informó Thor, y Daniel,
que observaba el campo de batalla, vio cómo los guerreros Kull de una de las
áreas se retiraban a toda velocidad, siendo imposibles de perseguir por sus
tropas, pues su velocidad debía superar los cien kilómetros por hora. Las
tropas necesitarían vehículos para darles alcance.
—¿El Stargate está en esta área? —preguntó Daniel, marcando
el área en la que los guerreros Kull abandonaban el combate.
Thor asintió, y la ubicación del Stargate fue señalada en el
terreno, a unos treinta metros bajo tierra, justo a las afueras de una ciudad
Tollan. 03 apareció al lado de Daniel.
—La señal de activación se mantiene; el control del portal es
independiente y no es sostenido por replicadores. Tardaré unos minutos en
terminarla —explicó 03.
—Gente, nuestros enemigos salieron corriendo a mayor
velocidad que el correcaminos. ¿Qué está pasando? —preguntó Jack, y los
generales se apresuraron a enviar los nuevos datos de la batalla y a ordenar la
captura del portal, pero sus órdenes fueron canceladas por Thor, quien no dejó
que fueran transmitidas.
—Son instalaciones Goa’uld; es demasiado peligroso intentar
tomarlas, pues nuestro enemigo es el Goa’uld Anubis —explicó Thor, y Daniel
entendió.
Otro Goa’uld dejaría el portal y correría, pero Anubis
parecía tener problemas para aceptar las derrotas, y Thor sospechaba que solo
la muerte esperaba a quien intentara tomar su base de operaciones.
Thor envió nuevas órdenes para evacuar la zona, pues en
cuanto el portal fuera desconectado, los Asgard iniciarían un bombardeo
localizado.
—Jack, salgan de allí lo más rápido posible —advirtió Daniel,
aunque los generales ya habían enviado los datos sobre el plan de Thor, y los
militares y voluntarios ya corrían en dirección opuesta a donde huyeron los
guerreros Kull de la zona del portal.
—Daniel, ya estamos corriendo —dijo Jack, respirando con
dificultad.
Daniel revisó la zona donde estaba Sam, pero los guerreros
Kull de esa zona seguían resistiendo todo lo que podían, usando la misma ciudad
como trincheras, aunque los números de tropas que los atacaban eran demasiados
y su avance apenas se ralentizaba.
Por otro lado, los heridos eran decenas por minuto, y también
había habido algunos muertos. Pero con los Asgard allí y los transportes para
ir y venir sin que los guerreros Kull pudieran hacer nada para impedirlo, los
heridos y los caídos volvían a estar de pie en unos pocos minutos. Aunque por
el bien de la moral, no eran enviados de nuevo a la batalla, sino que se abría
comunicaciones para que sus compañeros en el campo estuvieran enterados de su
buen estado y siguieran avanzando.
Con esta estrategia de superioridad numérica, en media hora,
todas las zonas de batalla estaban tomadas en un noventa por ciento, y ahora
que el portal fue descubierto, la victoria estaba asegurada.
—He retomado el control del Stargate, y ya lo he cerrado. El
agujero era un portal de salida, estaban huyendo —informó 03.
—La zona está despejada de tropas aliadas, iniciaré el
bombardeo —dijo Thor mientras su nave disparaba a la superficie del planeta en
la ubicación del portal. 03 frunció el ceño.
—¿Sucede algo? —preguntó Daniel con preocupación.
—La señal que bloquea el transporte también ha desaparecido,
al parecer se originaba fuera de este planeta, lo cual explica por qué los
Goa’uld querían mantener el portal activo. Pero hay más —dijo 03 señalando las
zonas de combate, donde los puntos que señalaban al enemigo restante estaban
desapareciendo a una velocidad vertiginosa. 03 miró a Thor.
—No he podido fijar a ninguno de ellos, han logrado
suicidarse antes de que pudiera capturarlos. Me temo que no obtendremos mucho
de sus restos —dijo Thor con desagrado. Daniel entendió por qué las señales del
enemigo desaparecieron.
Daniel miró a Narim y a Omoc, que observaban cómo la flota
Goa’uld también empezaba a replegarse, y las más lejanas ya entraban al
hiperespacio.
Tollan estaba a salvo, pero… Daniel ya había visto los
informes de bajas sufridas por los Tollan, y también había leído cómo los
Guerreros Kull usaron una tecnología similar a las pistolas Zat para
desintegrar los cuerpos de los que cayeron en el ataque, por lo que ni la
tecnología Asgard pudo hacer algo por ellos. Habían tenido miles de bajas en
este ataque Goa’uld, por lo que Daniel entendía que no tuvieran ánimos para
celebrar una victoria. Daniel se acercó a ellos.
—Omoc, Narim, Tollan vuelve a estar en sus manos —dijo
Daniel, y ambos hombres, que aún lucían sombríos, asintieron.
Omoc caminó hacia Thor, y Narim cerró los ojos por algunos
segundos y luego respiró hondo.
Para una civilización pacifista como los Tollan, esta debía
haber sido una de las peores tragedias en su historia. Sin embargo, en términos
de la Tierra, esto solo era una escaramuza, y en las guerras más recientes
murieron millones de personas, incluso ahora había conflictos armados.
…
Tres días después, Daniel estaba en una especie de panteón,
junto a Thor y otras diez personas de la Tierra: Sam, Jack, Teal’c, el general
Hammond, el secretario del presidente, tres miembros del Consejo Supremo del
Imperio Africano y dos representantes de los voluntarios civiles. Lya de los
Nox, 03 y Thor eran otros invitados alienígenas. El resto eran cientos de
personas de los Tollan y los representantes de la Curia, que oficiaban una
ceremonia de despedida para los Tollan que murieron en el ataque Goa’uld.
Los Goa’uld no dejaron cuerpos detrás, pero esto no era un
cementerio, y los propios Tollan quemaban a sus muertos, y su recordatorio para
ellos era grabar sus nombres en un monolito. Debido al ataque, otro monolito
fue levantado como un recordatorio especial de las circunstancias de sus
muertes.
Omoc y otra representante de la curia: Travell, a quien ya
conocieron cuando Apophis trató de tenderles una emboscada en este mismo
planeta, dieron algunos nombres y recordaron sus contribuciones a la sociedad
Tollan. Al final, Omoc agradeció el apoyo de los Asgard y los habitantes de la
Tierra, y la reunión terminó.
—Gente, ¿no deberían haber algunas promesas de venganza en
este lugar y algunas declaraciones de guerra en estos discursos? —preguntó Jack
con el ceño fruncido, mientras miraba cómo la reunión terminaba y los líderes
de la curia despedían a las personas del lugar.
—¡Jack! —reprendió Daniel en un susurro.
—Daniel, por poco hubo un exterminio aquí, estos tipos no
pueden estar pensando en quedarse sin hacer nada —dijo Jack mirando a Thor, que
se acercó a ellos.
—Anubis no es parte de los Señores del Sistema, y estos ya
tienen a sus principales fuerzas persiguiéndole. Tampoco hemos podido localizar
sus bases de operaciones —explicó Thor. Jack hizo una mueca.
—Al menos dime que los Tollan participarán en esta búsqueda
—dijo Jack.
—Los Tollan no creen en la venganza, pero si Anubis es
capturado, presentarán sus testimonios en su contra —explicó Thor. Jack lo miró
con incredulidad.
—¿Tomarán los Tollan alguna otra medida? —preguntó Teal’c.
—Reforzarán los números de su equipo de seguridad y crearán
armas para enfrentar una situación como esta, por lo que en el futuro, un
ataque como este podrá ser repelido —explicó Thor. Daniel supuso que eso ya
sería un gran movimiento por parte de los Tollan.
—Bueno, algo es algo —dijo Jack con un suspiro.
—Thor, ¿qué han dicho los Tollan sobre la tecnología de
cambio de fase? —preguntó Sam.
—Es posible que Anubis la haya obtenido, pero los Tollan no
planean compartirla —explicó Thor.
—¿Saben que con esa tecnología Anubis tendrá una ventaja
estratégica sobre nosotros? —preguntó Daniel.
Daniel no quería imaginarse cubriéndose detrás de un muro y
que un soldado Kull lo atravesara de repente. Las fortalezas ya no serían nada,
y si uno de estos soldados quería escapar, no habría ninguna pared que se lo
impidiera.
—Los Tollan entienden su situación y están dispuestos a
facilitarles tecnología de defensa, pero no podrán investigarla —explicó Thor.
Daniel pensó que 03 ya les había prestado esa tecnología, y
esta ya había sido instalada en el Stargate de la Tierra y el planeta base, y
también en todas sus naves e instalaciones militares. Aunque tampoco podían
estudiarla, era algo que ya tenían, lo que significaba que sus aliados ya
habían apostado por la caída de los Tollan, dándolos por perdidos a manos de
los Goa’uld. Daniel se alegraba de que se equivocaran, pero los Tollan en
verdad eran cabezaduras.
—Dales gracias, nuestro gobierno sin duda valorará su aporte
a nuestro esfuerzo —gruñó Jack, entendiendo que no recibirían nada.
—Hemos sido los Asgard quienes los hemos llamado aquí, y como
compensación, el Consejo Supremo Asgard ha decidido cederles nuestra tecnología
de hiperpropulsión, y también instalaremos transportadores Asgard en sus naves,
pero con la condición de que no sean usados como un arma ofensiva. Fuera de
esto, pueden darles cualquier uso —dijo Thor, dejándolos a todos en shock.
—Thor, amigo, no estamos pidiendo nada de los Asgard, nos
basta con saber que ustedes sí se moverán a nuestro planeta para defendernos en
caso de que los Goa’uld decidan visitarnos. Los ingratos son estos Tollan, por
eso no podemos…
—Señor, las naves Asgard recorren la galaxia en minutos
—interrumpió Sam de forma apresurada, tras recuperarse del aturdimiento que le
provocó la declaración de Thor, e interrumpiendo a Jack antes de que rechazara
el regalo.
Daniel apretó los dientes porque si rechazaban estos regalos,
Maybourne y el NID sufrirían un infarto masivo justo después de llevarlos a
juicio. Al ver la expresión del secretario del presidente, que había perdido
todo el color de su rostro al escuchar a Jack, y al comprender que estaban a
punto de rechazar los regalos de los Asgard, Daniel comprendió que el
presidente y los políticos que se habían arriesgado a un juicio político por
participar en esta operación también sufrirían un infarto.
—Jack, deberíamos dejar esto en manos de nuestros
diplomáticos —dijo Daniel. Jack los miró mal a todos.
—Thor, por favor, no pienses que nos gana la codicia, es que
estos Tollan tienen la habilidad de acabar con mi paciencia —dijo Jack con
incomodidad, y Thor hizo una pequeña mueca de sonrisa.
—O’Neill, los Asgard tenemos en gran estima nuestra relación
con la Tierra y valoramos sus esfuerzos y compromiso con nuestra alianza, por
lo que siempre lo tenemos en cuenta —explicó Thor, y su grupo suspiró de
alivio.
Daniel vio a tres Tollan acercarse. Eran Omoc, Narim y la
representante de la Curia que les atendió la última vez que los Goa’uld
intentaron destruir Tollan, Travell.
—Narim, me alegra que estés bien —dijo Sam, que no se había
encontrado con Narim desde que partieron de la Tierra. Narim asintió con una
leve sonrisa.
—Representante Omoc, este es el secretario… —Daniel se
apresuró a presentar a todos antes de que Jack complicara su trabajo
diplomático.
Daniel también estaba pensando en la situación política en la
Tierra, ya que al haber involucrado a casi medio millón de personas en esta
operación, tratar de seguir escondiendo el proyecto Stargate era algo
imposible. Ellos tampoco fueron discretos en transportar a la gente porque
tenían prisa y a lo sumo podían llevarles a edificios de donde desaparecían.
Daniel aún no había vuelto a la Tierra, pero el secretario
les informó que el escándalo era a nivel mundial, y los demás países pedían
saber qué demonios estaba pasando y qué fue la movilización militar de hace
unos días. Las cosas en la ONU estaban revueltas, y los conspiranoicos estaban
a la orden del día. Daniel supuso que pronto los soldados y civiles
involucrados también empezarían a filtrar información.
Aclaraciones técnicas:
Como se ha mostrado, estos guerreros Kull no son los mismos
que en la serie. Son capaces de planear y reaccionar a las tácticas enemigas.
También son muy superiores a cualquier Jaffa en fuerza y velocidad (excepto los
Jaffa de Korr). La razón por la que perdieron en esta batalla no fue su fuerza,
sino la abrumadora superioridad numérica de las tropas humanas, de cuarenta a
uno, y la necesidad de los guerreros Kull de defender un terreno específico. Si
hubiera sido una guerra de guerrillas, los humanos habrían perdido
miserablemente.
En el próximo capítulo veremos un verdadero despliegue de los
guerreros Kull en la guerra entre Anubis y Korr.
Lo que 03 usó contra los replicadores ya fue mencionado antes
en el capítulo 5, si no me equivoco, fue la presentación de 01 y 00. Aunque se
explicará de nuevo en el siguiente capítulo.